La carrera de la amistad



En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza vivían dos amigas inseparables, Sofía y Valentina. Les encantaba correr y participar en competencias de atletismo juntas. Eran conocidas por su gran espíritu competitivo y su amor por el deporte.

Un día, se enteraron de que iba a haber una carrera muy importante en la ciudad vecina.

La competencia reuniría a los mejores corredores de la región y el premio para el ganador era una beca para entrenar en un prestigioso centro deportivo. Sofía y Valentina estaban emocionadas con la noticia y decidieron entrenar más duro que nunca para estar listas para la carrera.

Pasaban todas las tardes corriendo por los campos cercanos, motivándose mutuamente y soñando con lo que podrían lograr si ganaban. El día de la competencia llegó y ambas estaban nerviosas pero emocionadas. Sabían que iba a ser una carrera difícil, pero confiaban en su preparación y en su amistad.

Al sonar el disparo inicial, salieron a toda velocidad junto con los demás corredores. La carrera era reñida, los participantes se esforzaban al máximo por llegar primeros.

Sofía y Valentina se mantenían cerca una de la otra, animándose con miradas cómplices cada vez que se cruzaban durante el recorrido. Al acercarse a la meta, ambas amigas se dieron cuenta de que estaban cabeza a cabeza con otro corredor. Sus piernas quemaban, sus pulmones ardían, pero ninguna estaba dispuesta a rendirse.

Faltaba poco para llegar al final cuando Valentina tropezó con una piedra y cayó al suelo. -¡Valen! ¡Levántate! ¡Vamos que podés! -gritó Sofía mientras seguía corriendo hacia la meta.

Valentina se levantó rápidamente, ignorando el dolor en su rodilla lastimada, y emprendió nuevamente la marcha hacia adelante. Con lágrimas en los ojos por el esfuerzo extra, logró alcanzar a Sofía justo antes de cruzar juntas la línea de llegada. Las dos amigas habían llegado empatadas en primer lugar.

Habían ganado la carrera juntas. El público estalló en aplausos al ver semejante muestra de compañerismo y determinación. Las chicas se abrazaron emocionadas mientras recibían felicitaciones de todos lados.

Al final del día, cuando les entregaron el premio conjunto por su increíble actuación, Sofía le dijo a Valentina:-Gracias por no rendirte cuando tropezaste. Juntas somos imparables.

Y así fue como Sofía y Valentina demostraron que en la vida no siempre se trata solo de ganar carreras, sino también de apoyarse mutuamente para superar cualquier obstáculo que se interponga en su camino hacia el éxito.

Juntas eran invencibles, porque tenían algo más fuerte que cualquier medalla: tenían una amistad inquebrantable basada en valores como el esfuerzo, la solidaridad y el trabajo en equipo.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!