La carrera de la amistad
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Veloz, dos amigos inseparables llamados Sebastián y Juan. Desde que eran chiquitos, les encantaban las carreras de autos.
Pasaban horas jugando con sus autitos de juguete e imaginando que competían en emocionantes pistas. Un día, mientras paseaban por el parque del pueblo, vieron un cartel que anunciaba una carrera de autos para niños. Estaban emocionados y no podían creerlo.
Rápidamente corrieron a contarle la noticia a sus padres, quienes aceptaron llevarlos al evento. El día de la carrera llegó y los dos amigos estaban ansiosos por participar. Había muchos otros niños con sus autos preparados para competir en la pista improvisada en la plaza del pueblo.
Sebastián y Juan se colocaron en la línea de largada, listos para demostrar su habilidad al volante. -¡Vamos Juan, tú puedes hacerlo! -gritó Sebastián antes de que comenzara la carrera.
-¡Gracias amigo! ¡Tú también tienes que dar lo mejor! -respondió Juan con entusiasmo. La luz verde se encendió y los autos empezaron a correr a toda velocidad. Sebastián tomó la delantera rápidamente, pero Juan no se dio por vencido y lo siguió de cerca.
La competencia era reñida y ambos amigos demostraban su destreza al volante en cada curva y recta. De repente, en una curva cerrada, el auto de Sebastián perdió el control y dio un trompo.
Juan tuvo que tomar una decisión rápida: o seguía adelante sin mirar atrás o ayudaba a su amigo. Sin dudarlo ni un segundo, frenó su auto y retrocedió para socorrer a Sebastián.
-¡Amigo, ¿estás bien? ! -preguntó preocupado Juan mientras ayudaba a Sebastián a salir del auto volcado. -Sí... gracias por detenerte a ayudarme -respondió Sebastián con gratitud en sus ojos. A pesar de haber perdido la carrera, ambos amigos comprendieron que lo más importante no era ganar sino apoyarse mutuamente en momentos difíciles.
Juntos empujaron el auto de Sebastián hasta cruzar juntos la línea de meta entre aplausos y ovaciones del público. Esa experiencia fortaleció aún más la amistad entre Sebastián y Juan.
Aprendieron que en las carreras de autos, como en la vida misma, lo fundamental es tener compañeros leales que estén ahí cuando más se los necesita.
FIN.