La Carrera de la Amistad



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un grupo de amigos llamados Juan y Nina. Estaban emocionados porque se acercaban las vacaciones de verano y planeaban pasarlas juntos en la colonia de natación.

Juan era un chico muy competitivo y siempre estaba buscando ganar en todo lo que hacía. Por otro lado, Nina era más tranquila y disfrutaba del juego por el simple hecho de divertirse.

A pesar de sus diferencias, eran grandes amigos y siempre se apoyaban mutuamente. El primer día de la colonia llegó y los niños estaban ansiosos por empezar a nadar. El instructor les explicó que al final del verano tendrían una competencia para mostrar todo lo que habían aprendido.

Esto emocionó mucho a Juan, quien veía esta competencia como una oportunidad para demostrar su habilidad. Durante las primeras semanas, Juan se dedicó intensamente a entrenar para la competencia. Pasaba horas practicando sus técnicas y mejorando su velocidad.

Mientras tanto, Nina también entrenaba pero sin tanta presión, simplemente disfrutando del agua. A medida que pasaba el tiempo, Juan comenzó a sentirse agotado física y mentalmente por tanta exigencia.

Se daba cuenta de que había perdido algo importante en el camino: la diversión. Un día, mientras descansaba junto a la piscina después del entrenamiento, vio cómo Nina jugaba despreocupadamente con otros niños. "Nina, ¿cómo haces para divertirte tanto?", preguntó Juan curioso.

"No sé exactamente", respondió Nina con una sonrisa en el rostro. "Simplemente me enfoco en disfrutar del momento y no me preocupo tanto por ganar". Juan reflexionó sobre las palabras de su amiga y decidió que era hora de cambiar su enfoque.

Se dio cuenta de que la verdadera competencia no estaba en vencer a los demás, sino en superarse a sí mismo. A partir de ese día, Juan comenzó a entrenar con una nueva mentalidad.

No importaba si ganaba o perdía, lo importante era disfrutar del proceso y aprender algo nuevo cada día. Y así fue como sus habilidades mejoraron notablemente. Llegó el día de la competencia y todos estaban emocionados.

Los niños se reunieron alrededor de la piscina para animar a sus amigos. Juan y Nina estaban juntos, apoyándose mutuamente sin importar el resultado final. Cuando llegó el turno de Juan, saltó al agua con confianza pero también con alegría.

Nadó con todas sus fuerzas pero sin olvidarse nunca de disfrutar del momento. Al finalizar la carrera, se dio cuenta de que había logrado un tiempo impresionante. "¡Lo hiciste genial!", exclamó Nina emocionada. "Pero más importante aún, te vi disfrutando cada segundo".

Juan sonrió orgulloso y abrazó a su amiga. "Gracias por enseñarme que ganar no es lo único que importa. La verdadera competencia está en divertirse y valorar las amistades".

Desde aquel verano, Juan continuó nadando competitivamente pero siempre mantuvo presente el valor del juego y la amistad. Él y Nina siguieron siendo los mejores amigos hasta el día de hoy, recordando siempre aquella lección aprendida en aquella colonia de natación.

FIN.

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