La Carrera de la Amistad



Era un hermoso día de sábado y el sol brillaba con fuerza en el cielo. Un grupo de compañeros de clase, formado por Lucas, Martina, Ramiro y Sofía, estaba listo para participar en una carrera benéfica en el parque de su barrio. Se habían preparado durante semanas y estaban emocionados por poder ayudar a quienes más lo necesitaban.

"No puedo esperar para empezar!" - exclamó Lucas mientras ajustaba su número en el pecho.

"Yo tengo muchas ganas de llegar a la meta y ayudar a los niños que la necesitan" - dijo Sofía, con una gran sonrisa.

"Correr es divertido y si además podemos hacer algo bueno, es mejor aún" - comentó Ramiro.

"No olviden que lo más importante es participar y disfrutar" - añadió Martina, quien siempre trataba de mantener la calma en situaciones emocionantes.

Cuando llegó el momento de la carrera, todos se alinearon en la línea de salida. El ambiente estaba lleno de risas y alegría. Al sonar el silbato, los corredores comenzaron a moverse; el grupo de amigos corría al unísono.

Sin embargo, a mitad de carrera, el camino se tornó complicado. Había una cuesta empinada que parecía no terminar nunca.

"¡Ay! Esto es más difícil de lo que pensé!" - se quejó Ramiro, con la lengua afuera.

"No te preocupes, Ramiro. Si corremos juntos, podemos lograrlo" - aseguró Lucas, tratando de levantar el ánimo de su amigo.

Con esfuerzo, los cuatro comenzaron a animarse mutuamente.

"Vamos, chicos! Un pasito más!" - gritó Sofía, mientras corría con todas sus fuerzas.

Después de varios minutos, llegaron a la cima de la montaña. Desde allí podían ver la meta a lo lejos, pero algo llamó su atención. Junto al camino, había un grupo de niños con carteles que animaban a todos los corredores.

"¡Vamos, corredores! ¡Ustedes pueden!" - gritaban los niños, sonriendo ampliamente.

"¡Qué bien que están aquí, nos dan fuerza!" - dijo Martina, emocionada.

Sin embargo, al mirar más de cerca, los amigos notaron que uno de los niños, Tomás, se veía triste y cojeaba un poco. Detuvieron su carrera.

"¿Qué te pasa?" - le preguntó Sofía al acercarse.

"Yo quería correr, pero no puedo. Estoy herido, y no tengo quien me ayude" - dijo Tomás con los ojos llenos de lágrimas.

Los amigos se miraron todos al mismo tiempo. En un momento de silencio, decidieron algo importante.

"No podemos dejarlo solo, debe sentir nuestra amistad y apoyo" - dijo Lucas.

"Sí, debemos ayudarlo. La carrera puede esperar" - declaró Ramiro, con determinación.

Martina se arrodilló y le preguntó a Tomás:

"¿Te gustaría que te llevemos a la meta?"

"¿De verdad?" - preguntó Tomás, sorprendidos.

"Claro, juntos todos podemos" - respondió Sofía.

Sin pensarlo dos veces, levantaron a Tomás, y juntos comenzaron a caminar hacia la meta. La multitud aplaudía, mientras los otros corredores seguían su camino, pero ellos no les importaba porque estaban enfocados en su nuevo amigo.

"Qué buena acción! La carrera más importante es la que hacemos por los demás" - dijo Martina, contenta.

Con cada paso, el grupo de amigos se daba cuenta de que el verdadero significado de la carrera no era ganar, sino la amistad y la solidaridad.

Finalmente, llegaron a la meta, no en primer lugar, pero sí con el corazón lleno de alegría.

"¡Lo logramos, chicos!" - gritó Ramiro alzando los brazos.

Y en ese momento, todos los participantes del evento, incluidos los niños, comenzaron a aplaudir y vitorear.

Tomás, ahora feliz y radiante, les agradeció:

"Gracias, ustedes son verdaderos héroes!"

Ese día, Lucas, Martina, Ramiro y Sofía aprendieron que a veces la carrera más valiosa no es la que se corre con velocidad, sino aquella que se corre con amor y solidaridad. Y así, se fueron a casa con una gran lección en el corazón: "Juntos, somos más fuertes".

FIN.

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