La carrera de la amistad



Había una vez en un bosque encantado, un conejo muy rápido llamado Ramiro y una tortuga llamada Tito. Ambos animales eran amigos y siempre estaban buscando nuevas aventuras juntos.

Un día, mientras paseaban por el bosque, se encontraron con un cartel que decía: "¡Se busca al animal más veloz para competir en una carrera! ¡El ganador recibirá un premio sorpresa!".

Ramiro, emocionado por su velocidad, saltó de alegría y dijo: "-Tito, ¡debemos participar en esta carrera! Estoy seguro de que puedo ganar". Tito, aunque sabía que era lento comparado con su amigo conejo, no quería perder la oportunidad de vivir una emocionante experiencia. Así que aceptó el desafío y ambos se inscribieron para participar en la carrera.

El día de la competencia llegó. Todos los animales del bosque se reunieron para ver quién sería el más veloz. Había ardillas, pájaros e incluso ciervos deseosos de ver qué ocurriría.

La liebre era tan confiada en su habilidad para correr que antes de comenzar la carrera decidió tomar una pequeña siesta bajo un árbol cercano. Por otro lado, Tito estaba ansioso por empezar y se preparaba para dar lo mejor de sí mismo.

Cuando Ramiro despertó de su siesta y vio a todos los demás animales ya lejos frente a él, entró en pánico. "-¡Oh no! Me quedé dormido", gritó mientras corría rápidamente hacia donde estaba Tito.

Al alcanzarlo, Ramiro le dijo: "-Tito, necesito tu ayuda. Estoy muy lejos detrás de todos los demás animales. ¿Podrías llevarme en tu caparazón para poder alcanzarlos?". Tito, a pesar de su lentitud, tenía un gran corazón y no podía negarse a ayudar a su amigo.

Sin embargo, tenía una condición: "-Está bien, Ramiro, pero solo si prometes que nunca más te burlarás de mí por ser lento". El conejo asintió emocionado y se subió al caparazón de Tito.

Juntos comenzaron a correr tan rápido como la tortuga podía permitirse. Mientras avanzaban, Ramiro se dio cuenta del esfuerzo que Tito estaba haciendo por él y sintió remordimiento por haberse burlado anteriormente.

Le pidió disculpas sinceramente y le prometió que valoraría su amistad por encima de cualquier cosa. A medida que se acercaban al final de la carrera, los otros animales quedaron sorprendidos al ver a Ramiro montado en el caparazón de Tito.

Aplaudieron y vitorearon mientras ambos amigos cruzaban la línea de meta juntos. Los organizadores felicitaron a Ramiro y Tito por su espíritu deportivo y les entregaron el premio sorpresa: una medalla especial para cada uno.

Ramiro se dio cuenta de lo valioso que era tener un amigo fiel como Tito y aprendió una importante lección sobre humildad y respeto hacia los demás. Desde aquel día en adelante, siempre trataba a todos con gentileza y admiración sin importar sus habilidades o velocidades.

Y así, Conejo y Tortuga demostraron que la amistad verdadera no se trata de quién es el más rápido o el más fuerte, sino de apoyarse mutuamente en los momentos difíciles y celebrar juntos los triunfos.

FIN.

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