La Carrera de la Cereza
Era un día soleado en el encantador pueblo de Cereza, donde todos los años se celebraba la Gran Carrera de Disfraces. Este año, un grupo de amigos decidió participar con un disfraz muy especial que ellos mismos habían creado. Estaba formado por raíces de árboles, plumas de perdiz, una enorme carroza de papel, zapatos brillantes y un cielo pintado con estrellas.
Todo comenzó en la casa de Tico, el más inquieto del grupo. "¡Chicos! ¡Tenemos que hacer un disfraz que todos recordarán!"-, exclamó, lleno de entusiasmo.
Sus amigas, Lila y Mimi, asintieron con la cabeza. Lila, siempre lista para dar ideas, dijo: "Podríamos usar raíces de los árboles del parque, son fuertes y pueden darle estabilidad a la carroza"-.
Mimi, que adoraba la velocidad, agregó: "Sí, y podemos hacer zapatos que nos permitan correr rápido, así ganamos la carrera"-.
El grupo se puso a trabajar. Pasaron días recolectando materiales y diseñando su disfraz. Aprendieron sobre la importancia de trabajar en equipo y ayudarse unos a otros. Con cada pluma que pegaban, se fueron dando cuenta de que la clave estaba en la amistad y en disfrutar del proceso.
El día de la competencia llegó, y el pueblo estaba lleno de risas y emoción. Las familias y amigos se reunieron en la Plaza Cereza para ver a todos los participantes. El aroma de las delicias que vendían los puesteros llenaba el aire. Desde dulces hasta comidas típicas, todo era un festín de sabores.
La carrera iba a comenzar, y Tico, Lila y Mimi estaban nerviosos, pero felices. "Si hacemos lo que sabemos, seguro nos irá bien"-, dijo Tico, tratando de calmar a sus amigas.
Cuando sonó el disparo de inicio, los participantes comenzaron a correr. A medida que avanzaban, Tico, que llevaba la carroza, tropezó con una piedra y cayó al suelo. "¡Ay, no!"-, soltó Lila, pero antes de que pudieran rendirse, un grupo de amigos del barrio que conocían se acercaron a ayudar. "¿Necesitan una mano?"-, preguntaron con caras sonrientes.
Fue en ese momento que se dieron cuenta de que no importaba si ganaban o no, lo que realmente contaba era el apoyo y el amor que se tenían. "¡Vamos! A levantarse", dijo Mimi, y juntos comenzaron nuevamente a correr.
En un giro inesperado de la carrera, se encontraron con un área de obstáculos: un túnel de globos y una zona de equilibrio. Mientras corrían, Tico de nuevo demostró su rapidez y agilidad, guiando a sus amigas a través del túnel y ayudándolas a cruzar la parte de equilibrio, donde muchos se estaban cayendo a la arena.
Finalmente, a unos metros de la meta, vieron que el grupo que iba adelante se había detenido porque su carroza se había roto. "¡Rápido, ayudémoslos!"-, dijo Lila, y a pesar de la competencia, corrieron hacia ellos. "¿En qué los podemos ayudar?"-, preguntó Mimi, que siempre estaba lista para animar a todos.
Los amigos del otro grupo estaban sorprendidos y agradecidos. "¡No lo esperábamos! ¡Nuestra carroza se rompió justo en el final!"-.
Ayudaron a reparar el disfraz y juntos cruzaron la línea de meta, no como competidores, sino como amigos que se unieron en una misma causa.
El jurado los aplaudió y premió a todos por su espíritu de equipo y amistad. "¡Hemos ganado el premio a la unidad!"-, gritó Tico, mientras abrazaban a todos los que habían participado.
Al final del día, el sol se ponía detrás de la montaña, creando un cielo de colores brillantes. Mientras volvían a casa, Lila miró a sus amigos y dijo: "¿Vieron? No importa si ganamos en la carrera, lo que importa es que nos divertimos y aprendimos que siempre hay que ayudar al otro"-.
Desde ese día, Cereza no solo se conoció por la Carrera de Disfraces, sino también como un lugar donde la amistad, la cooperación y la diversión siempre prevalecerían. Y así, los amigos continuaron creando recuerdos y compartiendo risas, aprendiendo juntos que la verdadera victoria se encuentra en el corazón.
FIN.