La carrera de la solidaridad


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Adverbia, donde vivían los adverbios. En este lugar mágico y colorido, cada adverbio tenía su propia casa y su propio oficio.

Había adverbios que eran rápidos como el viento, otros eran lentos como caracoles, algunos siempre estaban cerca de todo y otros preferían estar lejos. Un día soleado, la señora Rapidita estaba corriendo por las calles de Villa Adverbia.

Ella era una adverbio muy veloz y siempre estaba apurada para llegar a todos lados. Pero ese día algo extraño pasó: la señora Rapidita se tropezó con una piedra y cayó al suelo. -¡Ay! ¡Me lastimé! -gritó la señora Rapidita mientras se levantaba del suelo-.

¿Qué fue eso? La señora Rapidita miró hacia abajo y vio que había tropezado con un cartelito que decía "Carrera de Adverbios". Parecía ser una competencia para ver quién era el adverbio más rápido de todos.

-¡Oh no! -exclamó la señora Rapidita-. Si no me recupero pronto, perderé la carrera. En ese momento apareció el Señor Lento, un adverbio tranquilo y pausado que siempre iba despacio en todo lo que hacía. -¿Necesitas ayuda? -preguntó el Señor Lento amablemente.

-Sí, por favor -respondió la señora Rapidita-. Necesito recuperarme rápido para poder correr en la carrera. El Señor Lento pensó por un momento y luego dijo:-Tengo una idea. Ven conmigo a mi casa y te mostraré algo que podría ayudarte.

La señora Rapidita siguió al Señor Lento hasta su casa. Cuando llegaron, el Señor Lento abrió un viejo baúl y sacó un par de zapatos mágicos.

-Estos zapatos tienen el poder de hacer que cualquier adverbio sea tan rápido como tú -explicó el Señor Lento-. Si los usas, podrás recuperarte rápidamente y participar en la carrera. La señora Rapidita se puso los zapatos mágicos y enseguida sintió cómo su energía volvía a fluir por su cuerpo.

Se levantó del sofá donde estaba descansando y comenzó a moverse cada vez más rápido. -¡Wow! ¡Funciona! -exclamó emocionada la señora Rapidita-. ¡Gracias, Señor Lento! Con sus nuevos zapatos mágicos, la señora Rapidita se preparó para la carrera de adverbios.

A medida que avanzaba por las calles de Villa Adverbia, todos los demás adverbios quedaban impresionados por su velocidad.

Sin embargo, cuando estaba cerca de llegar a la meta, algo inesperado ocurrió: los zapatos mágicos se rompieron y la señora Rapidita tuvo que frenar bruscamente para no caerse. -¡Oh no! -gritó desesperada mientras trataba de arreglar sus zapatos-.

¿Qué voy a hacer ahora? En ese momento apareció el Señor Cerca, un adverbio siempre atento que sabía cómo solucionar problemas inesperados. -¿Necesitas ayuda? -preguntó el Señor Cerca preocupado. -Sí, por favor -respondió la señora Rapidita-. Necesito llegar rápido a la meta y no tengo tiempo de arreglar mis zapatos.

El Señor Cerca pensó por un momento y luego dijo:-Tengo una idea. Ven conmigo a mi casa y te mostraré algo que podría ayudarte. La señora Rapidita siguió al Señor Cerca hasta su casa.

Cuando llegaron, el Señor Cerca abrió un armario lleno de objetos útiles y sacó un par de alas mágicas. -Estas alas tienen el poder de hacer que cualquier adverbio sea tan cercano como yo -explicó el Señor Cerca-. Si las usas, podrás llegar rápidamente a la meta sin necesidad de correr.

La señora Rapidita se puso las alas mágicas y enseguida sintió cómo podía volar entre los edificios de Villa Adverbia. Sin perder más tiempo, voló velozmente hacia la meta de la carrera.

A medida que se acercaba, todos los demás adverbios quedaban asombrados por su rapidez. Finalmente, la señora Rapidita cruzó la línea de meta en primer lugar y fue aclamada como la ganadora de la carrera. -¡Increíble! ¡Lo logré! -exclamó emocionada mientras aterrizaba junto a sus amigos adverbios-.

Gracias a todos por su ayuda. Los adverbios aplaudieron entusiasmados y celebraron juntos el éxito de la señora Rapidita. Aprendieron que cada uno tenía habilidades especiales que podían usar para ayudarse mutuamente cuando lo necesitaban.

Desde ese día, en Villa Adverbia todos los adverbios se apoyaron y trabajaron juntos para hacer de su pueblo un lugar aún más maravilloso.

Y la señora Rapidita, aunque siempre seguía siendo rápida, aprendió a valorar la importancia de ser cercana y ayudar a los demás. Y así, con sus nuevas amistades y su espíritu veloz pero solidario, la señora Rapidita vivió muchas aventuras emocionantes en Villa Adverbia.

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