La Carrera de las Enredaderas



Era un hermoso día en el bosque, y los rayos del sol se filtraban entre las hojas. Uga la Tortuga miraba a sus amigos como corrían y jugaban, sintiéndose un poquito triste por no poder alcanzarles.

-Uga, ¡Vamos! ¿Por qué no te apuras? -gritó Riki, el Conejo, mientras hacía malabares con unas ramas.

-¡Sí, Uga! ¡El entretenimiento comienza sin vos! -añadió Lila, la Ardilla, riéndose.

Uga frunció el ceño. -No puedo correr como ustedes, soy lenta y eso me hace sentir bastante... sola -dijo con un suspiro mientras se encogía dentro de su caparazón.

Pero no todo estaba perdido. Justo cuando el ánimo de Uga estaba en su punto más bajo, apareció una voz tranquila y serena. Era el Sabio Búho que posó su mirada sobre la tortuga.

-¿Qué te preocupa, pequeña Uga? -preguntó el Búho con suavidad.

-Es que siempre soy la última en todo. A veces siento que no valgo nada -respondió Uga, sintiendo una lágrima rodar por su mejilla.

-Querida amiga, cada uno de nosotros tiene un ritmo único. Quizás no seas la más rápida, pero tienes algo que otros no tienen -dijo el Búho con una sonrisa sabia.

-¿Qué podría ser? -inquirió Uga, sorprendida.

-¡Paciencia! Y una gran capacidad de observación. Tu lentitud te permite apreciar lo que otros pasan por alto. -El Búho se inclinó, exclamando- ¿Te gustaría participar en la gran Carrera de las Enredaderas?

-Uh... pero yo nunca ganaré. -respondió Uga con desconfianza.

-Pero puedes disfrutar el viaje, conocer tus habilidades y, tal vez, enseñar a otros lo valioso que es ser paciente -anotó el Búho, guiñándole un ojo.

Comprendiendo la importancia de la oferta, Uga decidió unirse a la carrera. La noticia se esparció rápidamente y algunos amigos se reían de la idea.

-¡Mirá a Uga! ¿Viene a correr o a dar un paseo? -burló Riki, causando risas en los demás.

Sin embargo, Uga se sintió más decidida que nunca. En el día de la carrera, los animales se alinearon en la línea de salida. El búho dio la señal y todos comenzaron a correr. Uga inició su camino a su propio ritmo, disfrutando del fresco aire y la belleza del bosque a su alrededor.

Mientras corría, notó que Lila la Ardilla se había quedado atrapada en unas enredaderas mientras intentaba avanzar demasiado rápido.

-¡Ayuda! No puedo salir de aquí! -gritó Lila.

Uga, sin pensar en su propia carrera, se acercó rápidamente. -No te preocupes, Lila. ¡Voy a ayudarte! -dijo mientras comenzaba a desenredar a su amiga con cuidado. Con paciencia y esmero, logró liberarla.

-Gracias, Uga. Eres muy buena en esto! -respondió Lila, un poco avergonzada.

Mientras tanto, Riki había tomado un atajo riesgoso por una ladera resbalosa. Sin embargo, perdió el equilibrio y terminó atrapado en un hueco entre las rocas.

-¡Uga! ¡Ayuda! -gritó el Conejo.

Uga, viendo que necesitaba ayuda, fue rápidamente hacia donde estaba Riki. Con calma y estrategia, utilizando sus pequeñas patas y el peso de su caparazón, logró estabilizar la roca que lo aprisionaba y lo liberó.

-¡Guau! ¡Gracias, Uga! No pensé que fueras tan capaz -dijo Riki, honesto ahora.

Por fin Uga llegó a la meta, pero no la llegó a cruzar en primer lugar. Los otros llegaron después de ayudar a sus compañeros. Cuando se terminó la carrera, el Búho organizó una celebración.

-¡Hoy aprendimos algo valioso! Ser como Uga puede ser un gran regalo -anunció el Búho ante la multitud- La paciencia y la atención al detalle son cualidades que deberíamos apreciar.

Desde ese día, Uga se sintió diferente. Vio su lentitud como una fortaleza que le permitía hacer las cosas de otra manera. Sus amigos aprendieron a valorar a Uga y a entender que todos tienen su propio ritmo y habilidades. Y así, la tortuga más lenta se convirtió en la más sabia del bosque, demostrando que ser diferente puede iluminar incluso los días más grises.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!