La Carrera de los Valores
En un tranquilo pueblo de Argentina, cuatro amigos únicos vivían aventuras maravillosas: Isabel, Cristina, María José, Braian y Lenin. Isabel era conocida por su alegría y espíritu de compañerismo. Cristina siempre estaba dispuesta a ayudar y era considerada la reina de la amabilidad. María José, sabia y sensata, tenía un don para resolver problemas. Braian, un niño acelerado que nunca podía quedarse quieto, siempre quería hacer mil cosas a la vez, mientras que Lenin, su amigo, era todo lo contrario: relajado y tranquilo, el que necesitaba un poco de impulso de vez en cuando.
Un día, en el parque del pueblo, los amigos se encontraron con un cartel que promocionaba la "Gran Carrera de los Valores". El evento consistía en diferentes pruebas que ponían a prueba la amistad, la amabilidad y el compañerismo. El ganador se llevaría un increíble trofeo que sería donado a la escuela para ayudar a los niños menos afortunados.
"¡Tenemos que participar!" - exclamó Isabel con entusiasmo.
"Sí, eso suena genial, pero necesitaríamos un plan..." - dijo María José, pensando en cómo podían distribuir tareas entre ellos.
"Yo puedo correr, ¡Soy el más rápido!" - dijo Braian, mientras movía sus piernas de forma agitada.
"Y yo puedo ayudar a que todos se sientan bien mientras corren!" - agregó Cristina con una sonrisa.
"Y yo puedo motivarlos a seguir adelante!" - dijo Lenin, manteniendo su postura serena.
Los amigos comenzaron a practicar juntos. Cada uno aportó sus habilidades únicas. Braian corría cada vez más rápido, Cristina hacía pequeños actos de amabilidad, como traer agua a los corredores, y María José organizaba las habilidades de su grupo. Sin embargo, también se enfrentaron a retos. En una de las prácticas, Braian se disputó con Lenin sobre quién corría más rápido, y eso hizo que el grupo se sintiera incómodo.
"No debemos pelear entre nosotros, esto es una carrera de valores, no de velocidad" - reflexionó María José.
"Tienes razón, necesitamos trabajar juntos" - dijo Cristina, tratando de calmar a sus amigos.
"¿Qué tal si hacemos un equipo y cada uno corre solo cuando es su turno?" - sugirió Isabel, tratando de encontrar una solución.
Acordaron seguir adelante con el espíritu de ayudar y respetar a cada uno. El día de la carrera llegó y el pueblo estaba lleno de emoción. Al comenzar, los amigos apoyaban a cada uno en su respectivo turno. Braian, aunque rápido, se aseguró de no adelantar a Lenin, quien corría en su propio ritmo.
Al llegar a la última parte de la carrera, se dieron cuenta de que un compañero de otro equipo había caído y no podía seguir. Fue allí cuando Isabel tomó la delantera.
"¡Chicos, tenemos que ayudar a nuestro amigo!" - gritó.
"¡Sí, vamos!" - respondió Cristina, corriendo hacia él.
Los amigos se olvidaron de la carrera y se unieron para ayudar al niño. Juntos lograron que se levantara y lo llevaron de regreso a la pista. Al final, aunque no llegaron primeros, los amigos recibieron el trofeo por su compañerismo y amabilidad.
"¡Nosotros ganamos el premio más grande!" - celebró Isabel, sonriendo mientras miraba el trofeo.
"Sí, porque ayudamos a alguien más" - dijo Lenin, feliz de haber compartido ese momento mágico.
"Esto es lo que realmente importa" - agregó María José con una mirada sabia.
Desde ese día, los amigos aprendieron que en la vida, los valores como el compañerismo y la amabilidad son aún más importantes que ganar carreras. A partir de entonces, siguieron practicando juntos, cada uno ayudándose y apoyándose en todo momento, disfrutando no solo de la carrera, sino también de su amistad. Y así, el pueblo no solo recordó esa carrera, sino que también aprendió del valentía y la bondad de estos cuatro amigos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.