La carrera del bosque argentino


Había una vez en un hermoso bosque de Argentina, una pequeña niña llamada Caperucta Boque Lobo. Era conocida por su valentía y curiosidad, siempre dispuesta a explorar cada rincón del bosque.

Un día, mientras caminaba por el sendero hacia la casa de su abuelita, se encontró con un travieso conejo llamado Secotro. Secotro era muy astuto y siempre buscaba nuevas aventuras. Al ver a Caperucta Boque Lobo, decidió acercarse para entablar una conversación.

"¡Hola Caperucta! ¿A dónde te diriges hoy?", preguntó el conejo con una sonrisa pícara. Caperucta Boque Lobo le respondió amablemente: "Voy a visitar a mi abuelita que vive al otro lado del bosque. Le llevaré algunos pastelitos que preparé especialmente para ella".

Secotro se emocionó al escuchar sobre los pastelitos y pensó que sería divertido acompañarla en ese viaje. Así que propuso: "¿Te gustaría que te acompañe hasta la casa de tu abuelita? Podríamos pasar un buen rato juntos".

Caperucta Boque Lobo aceptó encantada la compañía del conejo y juntos continuaron su camino hacia la casa de la abuelita. Sin embargo, lo que ninguno de ellos sabía era que el astuto lobo Ferozo también estaba acechando en el bosque.

Ferozo había estado observando desde lejos todo lo ocurrido entre Caperucta y Secotro, y no podía resistirse a interrumpir su amistad.

Cuando estaban a punto de llegar a la casa de la abuelita, Ferozo salió de entre los árboles y se acercó sigilosamente hacia ellos. Pero Secotro, con su agudeza y rapidez, notó al lobo antes que Caperucta. "¡Cuidado, Caperucta! Es el temible lobo Ferozo", advirtió Secotro mientras empujaba a Caperucta detrás de un arbusto para protegerla.

Ferozo se acercó amenazante y gruñendo: "¡Entrega esos pastelitos o te devoraré!". Secotro no se dejó intimidar y pensó rápidamente en un plan para salvar a Caperucta.

Entonces le dijo al lobo: "¿Por qué no jugamos una carrera? Si me ganas, te entrego los pastelitos". El lobo aceptó el desafío sin dudarlo. Confiado en su velocidad, pensaba que sería fácil vencer al conejo.

Sin embargo, lo que Ferozo no sabía era que Secotro era conocido por ser el conejo más rápido del bosque argentino. La carrera comenzó y Secotro corrió tan velozmente como nunca antes lo había hecho. El lobo Ferozo intentaba alcanzarlo sin éxito mientras el conejo se alejaba cada vez más.

Finalmente, llegaron a un claro donde estaba la casa de la abuelita. Caperucta Boque Lobo salió del arbusto y les dio alcance justo cuando Secotro cruzaba la línea de meta victorioso. "¡Ganamos! ¡Los pastelitos son nuestros!", exclamó Secotro emocionado.

Ferozo, agotado y derrotado, se retiró sin cumplir su amenaza. Caperucta Boque Lobo agradeció al conejo por su valentía y astucia, salvándola del lobo. Finalmente, Caperucta llegó a la casa de su abuelita y le contó todo lo ocurrido.

Juntos disfrutaron de los deliciosos pastelitos mientras recordaban la increíble carrera que habían vivido. Desde aquel día, Caperucta Boque Lobo y Secotro se convirtieron en grandes amigos.

Aprendieron que trabajar en equipo y utilizar la astucia puede superar cualquier desafío en el camino. Y así continuaron explorando juntos el hermoso bosque argentino, siempre listos para nuevas aventuras.

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