La Carrera del Conejo y la Tortuga



Era un hermoso día en el bosque, y el sol brillaba con fuerza. Todos los animales estaban muy emocionados porque se iba a llevar a cabo una gran carrera. El famoso Conejo, conocido por su velocidad, y la Tortuga, conocida por su perseverancia, iban a competir. Todos los animales del bosque se habían reunido para ver la carrera.

El Conejo, tallado como un atleta, se jactaba de su velocidad mientras se preparaba.

"Nadie puede ganarme, soy el más rápido de todos!", decía el Conejo mientras se arreglaba la cola.

La Tortuga, con su caparazón brillante, escuchó los comentarios del Conejo y no pudo evitar sonreír.

"Tal vez sea más lenta que vos, Conejo, pero tengo algo que vos no tenés: determinación".

Los demás animales, entre ellos el Zorro y la Liebre, aplaudían y aclamaban a su corredor favorito, el Conejo.

"¿Estás segura de que querés hacerlo? ¡No serás más que un trote para mí!", le lanzó el Conejo burlón.

"Lo haré, Conejo. No importa quién gane, lo importante es participar y dar lo mejor de mí", respondió la Tortuga con una sonrisa, manteniéndose firme en su decisión.

Al llegar el momento de la carrera, la pequeña Ardilla actuó como juez.

"¡A la cuenta de tres! Uno... dos... ¡tres!"

Y con un rápido ¡bang! , partieron. El Conejo salió disparado como una flecha, mientras que la Tortuga avanzaba lentamente, paso a paso.

A medida que el Conejo se alejaba, se dio cuenta de que había una colina al frente.

"Voy a descansar un poco, estaré en la meta en un abrir y cerrar de ojos!", pensó el Conejo. Y se acostó debajo de un árbol a descansar.

Mientras tanto, la Tortuga seguía avanzando con constancia.

"Cada paso cuenta", se decía a sí misma.

Cuando el Conejo despertó, vio que el sol comenzaba a bajar.

"¡Oh, no!" – gritó el Conejo.

Corrió lo más rápido que pudo hacia la meta, pero para su sorpresa, la Tortuga ya estaba muy cerca.

"¡No puede ser!", chilló el Conejo.

Desesperado, corrió y corrió, pero mientras tanto, la Tortuga seguía avanzando paso a paso. Los animadores del bosque, al ver que la Tortuga estaba tan cerca de la meta, comenzaron a gritar.

"¡Vamos, Tortuga! ¡Podés hacerlo!"

Inspirada por el apoyo de sus amigos, la Tortuga apretó el paso hasta que finalmente... ¡cruzó la línea de meta!

Todos los animales estallaron en aplausos.

"¡Lo hiciste!", gritaron. La Tortuga se sintió llena de alegría.

"Gracias a todos!", respondió feliz.

El Conejo llegó muy agitado y no podía creer lo que había sucedido.

"¿Cómo es posible? ¡Yo era el más rápido!"

La Tortuga, aún con una sonrisa, le respondió:

"Ser rápido no siempre significa ganar. A veces, se necesita más que velocidad. También se necesita constancia y determinación".

El Conejo, un poco avergonzado, comprendió la lección.

"Tienes razón, Tortuga. Te pido disculpas por no haberte tomado en serio. Eres una gran competidora".

Y desde ese día, el Conejo y la Tortuga se hicieron amigos, entrenando juntos y aprendiendo de las fortalezas del otro.

Así la carrera no solo fue un concurso, sino también una oportunidad para aprender sobre la amistad, el respeto y que nunca hay que subestimar a los demás. Y los animales del bosque nunca olvidaron aquella carrera, que les mostró que con esfuerzo y perseverancia, se pueden lograr grandes cosas.

Desde entonces, cada vez que algún animal se proponía un desafío, todos recordaban la historia del Conejo y la Tortuga, y afirmaban con alegría: "¡Nunca dejes de intentarlo!".

FIN.

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