La carrera del coraje



Sergio y Carmen eran dos hermanos que vivían en el pintoresco pueblo de San Andrés. Un día, mientras paseaban por las afueras del pueblo, escucharon un bullicio y risas a lo lejos.

Intrigados, se acercaron y descubrieron que estaban organizando una carrera de caballos en la carretera principal. - ¡Mira, Sergio! ¡Una carrera de caballos en plena calle! -exclamó Carmen emocionada. Los dos hermanos se acercaron al lugar donde se encontraba la multitud reunida para presenciar la competencia.

Había varios jinetes montados en elegantes caballos, listos para darlo todo en la carrera. - ¡Qué emoción! Nunca habíamos visto una carrera de caballos tan de cerca -dijo Sergio con los ojos brillantes.

La adrenalina corría por las venas de Sergio y Carmen mientras observaban cómo los jinetes se preparaban para la salida. El ambiente estaba cargado de emoción y expectativa. Finalmente, el silbato sonó y los caballos salieron disparados por la carretera con una velocidad impresionante.

El viento agitaba las crines de los animales mientras galopaban con fuerza hacia la meta. - ¡Vamos, vamos! -animaba Carmen a su caballo favorito desde la orilla de la carretera.

La carrera estaba reñida; los jinetes luchaban por mantener el control de sus monturas mientras avanzaban a toda velocidad. Sergio y Carmen no podían apartar la mirada de la trepidante competencia que tenían frente a ellos.

De repente, uno de los caballos tropezó con una piedra en el camino y su jinete cayó al suelo. La multitud contuvo el aliento ante el inesperado giro que tomaba la carrera. - ¡Oh no! ¿Está bien el jinete? -preguntó preocupada Carmen.

Por suerte, el jinete se levantó ileso y decidió continuar corriendo a pie junto a su fiel compañero equino. Con determinación, lograron recuperar terreno perdido y pronto alcanzaron nuevamente a los demás competidores. La emoción era palpable en el aire cuando finalmente llegaron a la recta final.

Los cuatro jinetes restantes luchaban cabeza a cabeza por llegar primeros a la meta. El público gritaba y aplaudía sin parar mientras los caballos daban lo mejor de sí en esa última arremetida.

Y fue así como, contra todo pronóstico, el jinete que había caído logró cruzar primero la línea de llegada seguido muy de cerca por los otros participantes. La alegría invadió a todos los presentes al presenciar semejante demostración de valentía y perseverancia.

- ¡Increíble! Nunca olvidaremos esta increíble carrera -dijo Sergio emocionado abrazando a su hermana Carmen. Esa tarde quedó marcada en sus corazones como un recordatorio del poder del trabajo en equipo, la superación personal y nunca rendirse ante las adversidades.

Desde entonces, cada vez que veían pasar un caballo por las calles polvorientas de San Andrés, recordaban aquella emocionante jornada llena de magia e inspiración.

FIN.

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