La Carrera del Corazón



Era un hermoso día soleado en el colegio San Martín. Los alumnos estaban emocionados porque ese día se llevaría a cabo la Gran Carrera Solidaria. La carrera no solo era para correr, sino que también tenía un gran propósito: recolectar alimentos para los más necesitados. Entre los participantes se encontraban dos amigos inseparables: Lucas y Sofía.

Lucas era un corredor experimentado. Desde muy pequeño, había ganado muchas competiciones y estaba decidido a ser el primero en cruzar la meta. Sofía, por otro lado, no era tan buena corriendo, pero siempre le ponía mucha energía y alegría a lo que hacía. Ella decía: "Lo más importante es participar y disfrutar el momento, Lucas!"

El día de la carrera, el patio del colegio se llenó de estudiantes que animaban a sus compañeros. La directora, la señora Martínez, tomó el micrófono y anunció: "¡Bienvenidos a todos! Recuerden que esta carrera es para ayudar a quienes más lo necesitan. ¡A darle con todo!"

Al sonar el silbato, todos salieron corriendo. Lucas tomó la delantera rápidamente, pero Sofía no se dejó intimidar y también comenzó a correr con todas sus fuerzas, aunque un poco atrás.

Mientras avanzaban, Lucas se dio cuenta de que había un grupo de estudiantes que estaban teniendo problemas para avanzar debido a que se habían caído. En lugar de seguir corriendo para mantener su posición, Lucas dudó: "¿Debería ayudarles o seguir?" Sofía, que venía detrás, lo alcanzó y le dijo: "¡Vamos, ayudémoslos! Es más divertido correr en equipo."

Lucas se sintió dividido. Por un lado, su instinto competitivo le decía que debía seguir, pero por otro lado, la amabilidad de su amiga lo hizo detenerse y decidir ayudar a los compañeros caídos.

Sofía se agachó junto a ellos y dijo: "¡No se preocupen! Todos podemos terminar juntos. ¿Pueden levantarse?" Con un poco de esfuerzo y ayuda, los chicos lograron levantarse y continuaron junto a Sofía y Lucas.

Mientras tanto, la carrera seguía. Lucas y Sofía decidieron no preocuparse más por el tiempo. Comenzaron a correr juntos, animando a los demás a su alrededor. Cuando pasaban por la zona de la pileta, todos gritaban y se reían. Sofía incluso improvisó un baile mientras corrían, y los compañeros les seguían el ritmo.

A medida que se acercaban al final de la carrera, Lucas se dio cuenta de que había disfrutado más de ayudar a los demás y compartir el momento con sus amigos que si hubiera estado solo compitiendo. Cuando cruzaron la línea de meta, lo hicieron juntos, todos felices y riendo. La señora Martínez los recibió y les dio un abrazo.

"¡Lo lograron! ¡Todos son ganadores en esta carrera!" exclamó la directora. A pesar de que Lucas había terminado entre los primeros, sabía que su verdadero triunfo había sido el compañerismo y la diversión que había compartido. Sofía sonrió y dijo: "¿Ves? ¡Lo más importante fue participar!"

Esa noche, mientras cenaban en casa, Lucas pensó en todo lo que había sucedido. Se dio cuenta de que ganar no era lo más importante, sino la experiencia vivida. Momento tras momento, risas y ayudar al prójimo, todo eso valía más que cualquier trofeo. Desde entonces, Lucas y Sofía siempre recordaron que el verdadero espíritu de la competencia es la amistad y la solidaridad.

Y así, los dos amigos aprendieron una lección valiosa: "Es mejor correr juntos y disfrutar del camino que llegar primero solo."

La carrera solidaria se volvió una tradición en el colegio, y todos los años, Lucas y Sofía se aseguraban de participar, no para ganar, sino para celebrar lo mucho que significaba estar juntos y ayudar a quienes necesitaban un poco de amor y apoyo.

FIN.

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