La Carrera del Patio
Había una vez un grupo de cuatro amigas en un colegio de Buenos Aires: Sofía, Valentina, Lola y Camila. Todas eran muy unidas y compartían el amor por la moda. Cada día, se esforzaban por vestirse con la ropa más bonita y original, siempre dispuestas a ser las más admiradas del patio. Su pasión por la moda era tan grande, que a menudo organizaban desfiles improvisados durante el recreo.
"¡Miren mi nuevo vestido! Es de flores y tiene volados en las mangas", decía Sofía, girando sobre sí misma para mostrarlo.
"¡Es precioso! Pero no te olvides que hoy soy yo quien viene con el mejor look", respondió Valentina con una sonrisa orgullosa. Llevaba un conjunto de colores vibrantes, que hacía que todos los ojos la miraran.
Mientras tanto, Lola se revisaba en su espejo de bolsillo.
"Chicas, estoy lista para impactar", dijo, mostrando su chaqueta de lentejuelas. "La moda es mi superpoder".
Camila era más sencilla, pero siempre aportaba su propia chispa.
"No importa cuánto nos vistamos, lo importante es divertirnos", remarcó. Las demás le lanzaron miradas cómplices, como si no entendieran del todo su punto de vista.
Un día, la profesora González anunció un concurso en el patio. Se trataba de una carrera de obstáculos donde los chicos y chicas de cada grado debían participar.
"¡No podemos participar! Miren nuestras ropas", exclamó Sofía.
"¿Cómo vamos a correr con estos zapatos de tacón?", agregó Valentina, mientras miraba sus zapatos brillantes.
Sin embargo, a medida que se acercaba el día de la carrera, comenzaron a sentir que quizás era el momento de dejar de lado su preocupación por las apariencias y darle una oportunidad a la diversión.
"Chicas, lo divertido de esta competencia es más importante que nuestro estilo", insistió Camila, animando al grupo. "Podemos buscar ropa cómoda y aún así divertirnos".
Finalmente, después de muchas charlas y algunas dudas, decidieron que participarían. Se pusieron pantalones y zapatillas cómodas, incluso intercambiaron algunas prendas entre ellas, riéndose mientras lo hacían.
El día de la carrera, el patio estaba lleno de emoción. Todos los compañeros aplaudían y alentaban a los participantes. Las cuatro amigas se alinearon junto a sus compañeros, sintiendo nervios pero también una chispa de aventura surgiendo dentro de ellas.
"¡Vamos! No importa quién gane, lo más divertido es intentarlo juntas", gritó Lola, mientras chocaban sus manos para animarse.
Cuando sonó el silbato, todas salieron corriendo. Pasaron por debajo de cuerdas, saltaron por encima de cajas y casi se olvidaron de que llevaban puestos sus conjuntos intercambiados. La diversión era mucho más grande que la preocupación por sus atuendos. Se reían y se animaban mutuamente en cada obstáculo.
Al final del recorrido, aunque no ganaron el primer puesto, todas estaban radiantes de alegría. Nadie se fijó en la ropa, sino en la energía y la diversión que habían compartido.
"Chicas, hoy lo entendí: nuestra verdadera moda son los buenos momentos", dijo Camila, con una sonrisa contagiosa.
"Sí, ¡la próxima vez correremos en lo que nos haga sentir mejor!", agregó Valentina.
Desde ese día, el grupo de amigas aprendió que lo más importante no era solo cómo lucían, sino cómo se sentían juntas. Empezaron a organizar carreras y actividades en el patio más a menudo, siempre recordando disfrutar del momento.
La competencia del patio se convirtió en la historia de amigos, risas y recuerdos dorados. Y así, las cuatro inseparables descubrieron que la verdadera moda era compartir experiencias, creer en uno mismo y dejar que la alegría brillara por encima de todo.
FIN.