La Carrera del Tesoro



Había una vez un grupo de ratoncitos que vivían en un pequeño agujero en el parque de juegos. Todos los días, se reunían para jugar y divertirse juntos.

Había cinco ratoncitos en total: Rafa, Ramiro, Rocío, Rosita y Renata. Un día soleado, mientras jugaban a las escondidas, Rafa descubrió algo muy especial detrás del tobogán. ¡Era un tesoro! Había dulces y juguetes esparcidos por todas partes. Los ojos de los ratoncitos brillaron de emoción al verlo.

"¡Qué suerte tenemos!", exclamó Ramiro emocionado. "¡Sí! ¡Es como si el parque nos hubiera regalado este tesoro!", dijo Rocío entusiasmada. Pero pronto se dieron cuenta de que no había suficientes tesoros para todos.

Se miraron unos a otros con tristeza porque sabían que no sería justo quedarse con todo solo para ellos. "¿Qué vamos a hacer?", preguntó Rosita preocupada. "No podemos pelearnos por esto", dijo Renata pensativa.

Los ratoncitos se sentaron en círculo y comenzaron a pensar en una solución justa para compartir el tesoro entre todos. Después de mucho deliberar, llegaron a una idea genial: iban a crear un juego donde cada uno tendría la oportunidad de ganar algunos tesoros.

El juego consistía en una carrera alrededor del parque.

El primero en llegar al final obtendría tres dulces y dos juguetes; el segundo lugar recibiría dos dulces y un juguete; el tercer lugar recibiría un dulce y un juguete; y los dos últimos lugares recibirían un dulce cada uno. Los ratoncitos estaban emocionados por el juego. Se alinearon en la línea de partida, se tomaron de las patitas y gritaron: "¡Listos, listos, ya!".

Corrieron tan rápido como pudieron, esquivando obstáculos y subiendo por las rampas del parque. Fue una carrera muy reñida, pero al final Rafa llegó primero, seguido de cerca por Ramiro, Rocío, Rosita y Renata.

Cuando llegaron a la meta, los ratoncitos celebraron su amistad y el espíritu deportivo que habían mostrado durante la carrera. Aunque no todos habían ganado los mismos tesoros, estaban contentos porque sabían que habían compartido algo valioso: la alegría de jugar juntos.

"¡Qué divertido fue competir! ¡Y qué hermoso es compartir!", exclamó Rafa feliz. "Tienes razón", dijo Ramiro asintiendo con la cabeza. "Lo importante no es lo que tenemos sino cómo lo compartimos". —"Exactamente" , agregó Rocío sonriendo. "La verdadera riqueza está en nuestra amistad".

Desde ese día en adelante, los ratoncitos continuaron jugando juntos en el parque de juegos. Compartieron risas, aventuras e incluso algunos tesoros más que encontraron en su camino.

Y siempre recordaron que lo más importante era tener amigos con quienes disfrutar de todas estas maravillosas experiencias. Y así vivieron felices para siempre, aprendiendo el valor de la amistad y el poder del compartir.

FIN.

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