La Carrera Escondida de Escuela 13
En la Escuela 13, el recreo era el momento más esperado por todos los chicos. Cada día, cuando la campana sonaba, corrían al patio como si de una aventura se tratara. Pero este recreo sería diferente para Lucía, Tomás y Mateo. Hoy había una gran sorpresa: se organizaría una carrera escondida.
"¿Una carrera escondida? ¿Qué es eso?" - preguntó Lucía, con curiosidad.
"Es un juego en el que tenemos que encontrar un lugar secreto para escondernos, y el que llegue primero a la meta después de encontrarnos, gana la carrera" - explicó Tomás, emocionado.
Mateo, el más travieso de los tres, sonrió de oreja a oreja.
"¡Vamos a hacer todo lo posible para ganar!" - dijo mientras ya comenzaba su búsqueda del escondite perfecto.
Los tres amigos decidieron que, antes de empezar la carrera, necesitaban elegir un lugar secreto donde pudieran esconderse. Después de una breve discusión, llegaron al acuerdo de que el viejo sauce del fondo del patio sería el lugar ideal. Su extensa copa les brindaba un refugio perfecto.
Cuando llegó la hora, la profesora les explicó las reglas:
"Cada uno de ustedes se esconderá mientras otro cuenta hasta veinte. Al terminar de contar, habrá que encontrar a los escondidos. Y el último en ser encontrado, será el ganador. ¡Y no vale asomarse hasta que se termine de contar!" - dijo con una sonrisa.
Fue entonces cuando comenzaron a correr. Mateo se escondió detrás del tronco del sauce, Lucía se metió entre los arbustos, y Tomás decidió trepar a una rama baja del árbol, fiel a su espíritu aventurero.
Pero al contar, Tomás notó algo raro. Mientras estaba en su escondite, vio a un grupo de chicos que jugaban a la pelota. Sin pensarlo, decidió bajar y unirse a ellos.
"¡Eh, chicos! ¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó Tomás emocionado.
Lucía, desde su escondite, escuchó a Tomás y se sintió un poco celosa.
"No es justo. ¡Él no debería estar jugando!" - murmuró para sí misma, pero decidió quedarse quieta y esperar, aunque un poco decepcionada.
Mateo, que había visto todo, se dio cuenta de que Tomás estaba liando las reglas. Enfocado en su objetivo de ganar, terminó distrayéndose mientras el balón pasaba cerca de él.
Después de un rato, la profesora empezó a buscar a los chicos. Primero encontró a Lucía.
"¡Aha! Te encontré, Lucía. Buen trabajo buscando un lugar tan bien camuflado" - le dijo la profesora.
Lucía, al ser encontrada, se sintió un poco nostálgica por no haber tenido su momento de victoria y miró hacia donde estaba Tomás, pensando en lo divertido que era el juego.
Finalmente, Mateo fue el último en ser hallado.
"¡Genial! Fui el último. ¡Soy el ganador entonces!" - gritó Mateo en plan de celebración, pero a medida que se daba cuenta, su alegría se desvaneció.
"¡Esperen!" - llamó Tomás al ver que todos se reían de Mateo. "No debería ser así. ¡Mateo, sos un ganador porque estuviste escondido! Y yo me olvidé de las reglas del juego al ir a jugar a la pelota, está mal".
"Yo también me sentí un poco triste cuando te vi jugar, pero vos tenías razón al recordar lo divertido que es hacerlo juntos" - dijo Lucía, con una sonrisa ahora que estaba todos juntos nuevamente.
La profesora observó la escena y agregó:
"Así es, chicos. Lo más importante es disfrutar del juego juntos. Después de todo, la victoria se siente mucho mejor cuando se comparte".
A partir de ese día, decidieron que, en cada recreo, no solo corrieron y se escondieron, sino que además se tomaron el tiempo para jugar juntos, más allá de sus competencias individuales. En cada encuentro, fortalecieron su amistad y aprendieron que lo divertido era valorarse unos a otros.
Y así, en Escuela 13, no solo jugaron a la carrera escondida, sino que también encontraron un rincón mágico de amistad y diversión, donde cada recreo se convertía en una oportunidad para reirse, jugar y disfrutar juntos.
FIN.