La carta de amor


Luca era un niño muy curioso y juguetón. Le encantaba pasar tiempo con su mamá y papá, pero también tenía una gran ilusión: ver a sus abuelos.

El problema era que ellos vivían muy lejos y Luca no entendía por qué no podía verlos más seguido. Un día, mientras Luca estaba jugando en el parque, se encontró con un señor mayor que estaba alimentando a las palomas.

Luca se acercó corriendo para verlas de cerca y el señor lo saludó amablemente. "¿Te gustan las palomas?", preguntó el señor. "Sí", respondió Luca emocionado. El señor sonrió y le dijo: "Yo también las amo.

Pero sabes qué es lo más lindo de ellas? Que siempre regresan a su hogar". Luca no entendía bien lo que quería decir el señor, pero igualmente asintió con la cabeza. De repente, se dio cuenta de que extrañaba mucho a sus abuelos y empezó a llorar.

"¿Qué te pasa? , ¿por qué estás triste?"- preguntó el señor preocupado. "Extraño mucho a mis abuelos"- respondió Luca entre sollozos. El señor acarició su cabello y le dijo: "Sé cómo te sientes, yo también extraño mucho a mi familia.

Pero sabes qué podemos hacer? Podemos escribirles una carta o hacerles un dibujo para recordarles cuánto los queremos". Luca pensó en la idea del hombre mayor y decidió intentarlo.

Esa misma tarde fue corriendo a buscar papel y crayones para hacerle una carta a sus abuelos. Le puso mucho amor y dedicación, dibujando corazones y flores en cada esquina. Cuando terminó, se la llevó a su mamá para que la ayudara a enviarla por correo.

Luca estaba muy emocionado de poder mandarle algo tan especial a sus abuelos. Los días pasaron y Luca seguía extrañando a sus abuelos, pero poco a poco fue entendiendo que aunque no estuvieran cerca todo el tiempo, ellos siempre estarían en su corazón.

Además, recibió una carta de sus abuelos contándole lo mucho que les había gustado su dibujo y prometiéndole que pronto se volverían a ver.

Luca aprendió una gran lección: aunque las personas importantes en nuestras vidas no estén siempre presentes físicamente, podemos mantenerlas cerca con nuestros pensamientos y acciones. Y así fue como dejó de llorar por extrañar a sus abuelos y empezó a sonreír porque sabía que ellos siempre estarían ahí para él.

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