La carta de la esperanza
Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Colibrí, había un niño llamado Tomás. A Tomás le encantaba explorar y aventurarse por los campos de flores y riachuelos. Sin embargo, había un problema: Tomás se sentía un poco solo. Su mejor amigo, Nicolás, se había mudado a otro país y, aunque hablaban por video llamada, Tomás extrañaba nuestras aventuras juntos.
Un día, mientras Tomás miraba por la ventana su jardín lleno de flores, vio una carta que volaba en el aire. Con curiosidad, salió corriendo y la atrapó. Era una carta de Nicolás. Su corazón se llenó de alegría al abrirla. La carta tenía unas frases marcadas:
"Recuerda siempre que el futuro te depara grandes sorpresas. Nunca dejes de creer en ti mismo."
"Every day is a new chance to make your dreams come true."
"No importa cuán lejos estemos, siempre seremos amigos."
Tomás, al leer las palabras de su amigo, sintió una chispa de motivación. Decidió que no dejaría que la distancia lo desanimara. Entonces, se puso a pensar en lo que le gustaría lograr.
"Voy a aprender a volar una cometa", dijo Tomás en voz alta. Se acordó que en la última tarde que pasaron juntos, Nicolás le había prometido que volarían una cometa en el lago.
Tomás comenzó a investigar cómo hacer una cometa en internet. "Hay que ser creativo y usar lo que se tiene a mano", se recordó y así comenzó a recolectar materiales: papel, varillas de madera y cuerda.
Con el paso de los días, su habitación se convirtió en un taller lleno de colores y risas. Hacía ruido cortando y pegando, mientras soñaba con volar su cometa. Un día, su madre entró y le preguntó:
"¿Qué estás haciendo, Tomás?"
"¡Voy a volar una cometa!"
"Qué lindo, me encantaría ayudarte. ¿Cuándo la vas a volar?"
Tomás pensó y respondió:
"Cuando esté lista, invitaré a mis amigos para que vengan a intentarlo juntos."
La noticia se esparció rápidamente entre sus amigos y todos querían ser parte de la experiencia. Así, el día de volar la cometa finalmente llegó. Tomás, ansioso, llevó todo al campo junto al lago.
Cuando llegó, vio que sus amigos estaban allí, todos esperándolo con sonrisas y risas. Juntos, empezaron a armar la cometa, cada uno aportando su granito de arena. A algunos les costaba un poco, pero Tomás recordaba la frase de Nicolás:
"Every day is a new chance to make your dreams come true."
Y así, motivados por las palabras de su amigo lejano, se animaban unos a otros. Cuando la cometa estuvo lista, todos se alinearon, y Tomás, con gran emoción, dijo:
"¡Vamos! Al contar tres, ¡corramos y la lanzamos!"
"¡Uno, dos, tres!" gritó y todos comenzaron a correr.
La cometa al fin se elevó, danzando en el cielo azul, mientras Tomás y sus amigos reían y disfrutaban del momento.
"Mirá, Tomás, ¡vuela!" gritó una de sus amigas.
"Sí, lo logramos!" respondió feliz.
Al final del día, Tomás se sintió lleno de felicidad. Y cuando sus amigos se despidieron, se guardó la carta de Nicolás en el bolsillo.
Esa noche, Tomás escribió una carta a Nicolás, contándole sobre el emocionante día y cómo su mensaje lo había inspirado.
"Querido Nicolás, tu carta fue la mejor motivación. Aprendí a volar una cometa y no sólo eso, disfruté cada momento con mis amigos. Te extraño mucho y espero verte pronto para volar una cometa juntos."
Nicolás, al recibir su carta, sonrió y le respondería con más frases de motivación para compartir:
"No importa la distancia, siempre podré volar contigo en espíritu. Nunca olvides, Tomás, que la verdadera amistad no tiene fronteras."
Y así, gracias a una simple carta, un niño en un pequeño pueblo aprendió que incluso los sueños más lejanos podían alcanzarse, siempre que mantuviera la esperanza y la amistad en su corazón. Desde ese día, Tomás supo que su futuro estaba lleno de posibilidades, y que todo era posible si creía en sí mismo y en sus amigos.
FIN.