La carta especial de Iker


Había una vez un niño llamado Iker que vivía en el hermoso pueblo de Atliaca, México.

Iker estaba muy emocionado porque se acercaba el Día de Reyes, la fecha en la que los reyes magos visitaban a todos los niños y les dejaban regalos. Sin embargo, Iker recordaba con tristeza lo sucedido en Navidad. Santa Claus se había olvidado por completo de pasar por su casa y no le había dejado ningún juguete.

Aunque sus padres le decían que fue solo un descuido, Iker no podía evitar sentirse decepcionado. Pero Iker era un niño valiente y decidido. No iba a permitir que esa experiencia arruinara su ilusión por los reyes magos.

Así que decidió escribirles una carta contándoles todo lo que había ocurrido y expresando su deseo de recibir un juguete especial. Iker colocó la carta cuidadosamente debajo del árbol de Navidad y esperó ansioso la llegada de los reyes magos.

Pasaron los días y finalmente llegó el 6 de enero, el día tan esperado. -¡Mamá! ¡Papá! ¡Los reyes magos van a venir hoy! -exclamó Iker emocionado. La familia se preparó para recibir a los reyes magos con alegría.

Decoraron la casa con luces coloridas y colocaron agua y pasto para los camellos en el patio trasero. Cuando cayó la noche, Iker no pudo contener más su emoción.

Se asomó por la ventana e imaginó ver las luces brillantes del carruaje de los reyes magos acercándose. De repente, escuchó un ruido en el techo. Iker se quedó sin aliento y corrió hacia la puerta principal para recibir a los reyes magos.

Para su sorpresa, no encontró a los tres sabios de Oriente. En su lugar, había una pequeña caja envuelta con papel dorado y una nota que decía: "Querido Iker, lamentamos mucho lo ocurrido en Navidad. Santa Claus nos contó tu historia y quisimos hacer algo especial por ti".

Iker abrió la caja emocionado y encontró un hermoso juego de construcción. Era exactamente lo que había pedido en su carta. -¡Mamá! ¡Papá! ¡Miren lo que me trajeron los reyes magos! -gritó Iker lleno de alegría.

La familia celebró junto a Iker mientras él construía torres y castillos con sus nuevos juguetes. La tristeza que había sentido en Navidad desapareció por completo gracias al gesto especial de los reyes magos.

A partir de ese día, Iker aprendió una valiosa lección: aunque las cosas no siempre salen como uno espera, siempre hay personas dispuestas a hacer algo especial por nosotros cuando más lo necesitamos.

Desde entonces, cada año esperaba con ilusión la llegada de los reyes magos porque sabía que ellos nunca olvidarían llenar su corazón de alegría. Y así fue como Iker descubrió la verdadera magia detrás del Día de Reyes: el amor y la generosidad que se comparten entre todos.

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