La Casa Amarilla



Había una vez en un pequeño pueblo, una casa amarilla en la que vivía una familia muy especial. Los Martínez eran conocidos por su ingenio, su simpatía y su amor por la naturaleza. La casa amarilla, con su jardín repleto de flores de todos los colores, era el lugar favorito de todos los niños del pueblo. Todos los sábados por la tarde, los Martínez abrían las puertas de su casa para recibir a los niños y enseñarles cosas maravillosas.

Un día, un niño llamado Tomás, que no era muy aficionado a las plantas, decidió visitar la casa amarilla por primera vez. Al llegar, fue recibido por la Sra. Martínez, una mujer amable y risueña. -¿Qué es lo que más te gusta hacer, Tomás? -preguntó la Sra. Martínez. -A mí me encanta jugar al fútbol -respondió Tomás con entusiasmo. -Entonces vamos a enseñarte algo que te va a encantar -dijo la Sra. Martínez con una sonrisa misteriosa.

La Sra. Martínez llevó a Tomás al jardín trasero, donde había un pequeño terreno de fútbol hecho con tierra y palos. -Aquí es donde enseñamos a la naturaleza a jugar al fútbol -dijo la Sra. Martínez con una risa juguetona. Tomás no podía creer lo que veía. La Sra. Martínez le explicó que cada planta y árbol tenía su propia forma de jugar al fútbol: unas pateaban con flores de colores, otras con hojas brillantes y algunas incluso levitaban la pelota con el viento.

Tomás pasó la tarde entera riendo y jugando con la Sra. Martínez y las plantas. Desde ese día, cada vez que visitaba la casa amarilla, no podía esperar para descubrir una nueva increíble actividad. Aprendió a pintar con los árboles, a cantar con los pájaros y a bailar con las mariposas. La casa amarilla se llenó de risas y alegría gracias a la curiosidad y la apertura de corazón de Tomás.

La familia Martínez enseñó a todos los niños del pueblo a valorar y respetar la naturaleza, a comprender que todo en la vida tiene su propia magia, y que solo hace falta abrir los ojos y el corazón para descubrirla. Desde entonces, la casa amarilla se convirtió en el lugar favorito de todos no solo por sus flores de todos los colores, sino también por las preciosas lecciones de vida que se escondían en cada rincón.

FIN.

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