La Casa de Arena Compartida
Había una vez un niño llamado Juan. Era un niño inteligente y curioso, pero tenía un gran problema: no quería compartir sus cosas con los demás.
Juan vivía en un pequeño pueblo donde todos se conocían y se ayudaban mutuamente. Los niños del pueblo solían jugar juntos en el parque, compartiendo juguetes y risas. Pero Juan siempre se negaba a prestar sus juguetes o a jugar con los demás niños.
Un día, mientras caminaba por el parque, Juan vio a un grupo de niños riendo y divirtiéndose juntos. Se acercó sigilosamente para ver qué estaban haciendo. Para su sorpresa, estaban construyendo una casa de arena gigante.
- ¡Eso parece divertido! - exclamó Juan para sí mismo. Se acercó al grupo y preguntó si podía unirse a ellos. Los otros niños lo miraron con desconfianza, ya que sabían que Juan no era muy amigable cuando se trataba de compartir. Pero decidieron darle una oportunidad.
- Está bien, puedes ayudarnos - dijo Martín, uno de los niños del grupo. Juan estaba emocionado por la oportunidad de ser parte del proyecto de construcción de la casa de arena.
Pero pronto descubrió que había algo más que aprender allí. Mientras los niños trabajaban juntos para construir la casa de arena, cada uno contribuía con ideas y materiales. Algunos traían baldes llenos de arena, otros traían palas y cubetas para dar forma a la estructura.
Todos trabajaban en equipo sin pensar en quién era dueño de qué cosa.
Poco a poco, Juan comenzó a darse cuenta de que la verdadera diversión no estaba en tener los mejores juguetes o en ser el único propietario de algo. La diversión estaba en compartir, colaborar y disfrutar juntos. Después de un rato, la casa de arena estuvo terminada. Era una hermosa construcción hecha con amor y cooperación.
Todos los niños se sentaron alrededor para admirar su trabajo. - ¡Qué bien nos salió! - exclamó Juan emocionado. Los otros niños sonrieron y asintieron. Estaban felices de haber dado una oportunidad a Juan y ver cómo había aprendido a trabajar en equipo.
Desde ese día, Juan cambió por completo su actitud hacia el compartir. Comenzó a prestar sus juguetes sin problemas y a jugar con los demás niños del pueblo.
Descubrió que cuando compartía, no solo se divertía más, sino que también hacía amigos y se sentía más feliz. Y así fue como Juan aprendió una valiosa lección: compartir es importante porque nos permite conectarnos con los demás, aprender de ellos y crear cosas maravillosas juntos.
A partir de ese momento, Juan siempre estuvo dispuesto a compartir y ayudar a los demás, convirtiéndose en un niño generoso y amable. Y colorín colorado, esta historia ha enseñado que compartir es lo más adecuado.
FIN.