La Casa de la Alegría
Había una vez, en un tranquilo barrio de Buenos Aires, una casa que era conocida por todos como la Casa de la Alegría. Era un lugar mágico, donde los colores de las paredes brillaban más que en cualquier otra casa del vecindario. En su interior, vivían dos hermanitos: Lía y Tomi, que irradiaban amor y felicidad en cada rincón.
"¡Mirá, Lía! ¡Ya llegó la primavera!" - exclamó Tomi mientras corría hacia el jardín lleno de flores de colores.
"¡Sí! Vamos a hacer una fiesta para celebrarlo" - respondió Lía con una sonrisa enorme.
Los hermanos se pusieron a trabajar. Hicieron invitaciones, decoraron el jardín con globos y banderines, y prepararon una mesa llena de delicias. El ambiente estaba cargado de emoción, y sus amigos no tardaron en confirmar su asistencia.
El día de la fiesta, la casa brillaba más que nunca. Los amigos de Lía y Tomi llegaron a tiempo, y el jardín se llenó de risas y alegría.
"¡Vengan! ¡Nos queda una actividad muy divertida!" - gritó Tomi.
Lía explicó la dinámica: "Vamos a hacer un concurso de talentos. Todos tenemos algo especial para mostrar".
Los niños comenzaron a mostrar sus habilidades: María bailó un espectacular zamba, Lucas mostró su talento para hacer malabares, y Sofía recitó un poema que había escrito. El ambiente se llenó de aplausos y risas.
Pero cuando llegó el turno de Pablo, el niño nuevo del barrio, se mostró muy nervioso y balbuceó: "Yo... no sé hacer nada especial".
Lía se acercó y le dijo: "¡Eso no importa! No es necesario ser un experto. Solo se trata de divertirnos juntos".
Pablo aún dudaba. "No sé, creo que mejor me quedo mirando" - dijo con una sonrisa tímida.
"¡No! Tienes que intentarlo!" - exclamó Lía.
"Sí, vení, Pablo. ¡Nunca se sabe qué talento puede aparecer!" - agregó Tomi, animándolo.
Después de mucho alentar, Pablo finalmente accedió a participar. Se puso de pie y, con voz temblorosa, empezó a contar un chiste. "¿Por qué los pájaros no usan Facebook? ¡Porque ya tienen Twitter!".
Todos se rieron a carcajadas, y Pablo se sonrojó, pero a la vez lucía feliz.
- “¡Eso fue genial, Pablo!" - dijo Lía, sonriendo.
El concurso continuó, y Pablo se dio cuenta de que no se necesitaba ser perfecto para divertirse. Al final del día, se sintió parte de algo grande: el amor y la alegría de la Casa de la Alegría.
Cuando la fiesta terminó, Tomi tomó la palabra. "Hoy todos hemos mostrado un poco de nosotros mismos, y eso es lo que hace especial a esta casa".
"Así es, ¡juntos somos más fuertes y felices!" - concluyó Lía.
Desde ese día, Pablo se convirtió en parte del grupo.
Y en la Casa de la Alegría, el amor y la risa nunca faltaron, porque en su interior se cultivaba la aceptación y la amistad, haciendo de cada día una linda aventura.
FIN.