La Casa de la Amistad
todo cambió cuando llegó una nueva familia al vecindario. Eran los Martínez, una familia de origen extranjero con dos hijos llamados Juan y María.
Los niños del vecindario se emocionaron por conocer a sus nuevos amigos, pero pronto descubrieron que Juan y María eran diferentes. Juan tenía una discapacidad en sus piernas y usaba muletas para caminar. Esto sorprendió a los demás niños, quienes no estaban acostumbrados a ver a alguien con una discapacidad.
Al principio, algunos niños se alejaron por temor o desconocimiento, pero otros decidieron acercarse y conocer mejor a Juan y María. Un día en el parque, Lucas, un niño curioso y amigable del vecindario, decidió acercarse a ellos.
Se presentó con una sonrisa y preguntó: "Hola, soy Lucas. ¿Puedo jugar con ustedes?"Juan miró sorprendido a Lucas y respondió: "Claro que sí. Me llamo Juan y ella es mi hermana María.
"A partir de ese momento, Lucas comenzó a pasar más tiempo con Juan y María. Juntos exploraron el parque, treparon árboles e incluso construyeron un fuerte de ramas donde imaginaban aventuras increíbles. Los demás niños del vecindario también notaron la amistad entre Lucas, Juan y María.
Pronto se dieron cuenta de que las diferencias no importaban tanto como pensaban inicialmente. Aunque cada uno tenía habilidades diferentes o venía de lugares distintos, todos compartían la misma alegría al jugar juntos.
Un día soleado mientras jugaban en el río cercano al vecindario, apareció un problema inesperado. Lucas se resbaló y cayó al agua, quedando atrapado entre las rocas. Los demás niños entraron en pánico y no sabían qué hacer.
Fue Juan quien, a pesar de su discapacidad, demostró una valentía increíble. Con sus muletas, se acercó al río y con esfuerzo logró rescatar a Lucas. Todos los niños aplaudieron emocionados mientras Lucas abrazaba a Juan con gratitud.
Desde ese día, la amistad entre los niños del vecindario se fortaleció aún más. Aprendieron que las diferencias no deben ser motivo de rechazo o temor, sino que pueden ser una oportunidad para aprender y crecer juntos.
Los padres también notaron el cambio positivo en sus hijos y decidieron organizar una fiesta en el parque para celebrar la diversidad y la amistad. Invitaron a todas las familias del vecindario y cada uno llevó un plato típico de su país de origen.
Durante la fiesta, los niños compartieron historias sobre sus culturas, bailaron al ritmo de diferentes músicas y jugaron juegos tradicionales de distintos lugares del mundo. Todos se dieron cuenta de lo mucho que podían aprender unos de otros gracias a sus diferencias.
El vecindario se convirtió en un lugar lleno de alegría, respeto y solidaridad. Los niños aprendieron que todos somos únicos e especiales, pero juntos podemos construir un mundo mejor donde las diferencias sean valoradas y respetadas.
Y así fue como el vecindario colorido rodeado de montañas y ríos se convirtió en un lugar donde las diferencias nos enriquecen y el respeto nos une.
FIN.