La casa de la amistad
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, una antigua casa abandonada que estaba llena de misterios. Los vecinos decían que estaba encantada y que un niño fantasma vivía allí.
Nadie se atrevía a acercarse a la casa por temor a encontrarse con el espíritu. Un día, llegó a ese pueblo una familia nueva. Eran los Martínez, conformada por papá Juan, mamá Laura y su pequeña hija Sofía.
Estaban buscando un lugar donde establecerse y decidieron explorar el pueblo en busca de una casa para llamar hogar. Sofía era una niña curiosa y aventurera. No le importaba lo que los demás dijeran sobre la antigua casa encantada; ella quería descubrir qué había dentro.
Así que cuando vio la vieja mansión, no pudo resistirse a entrar. Al cruzar la puerta, Sofía sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La casa estaba oscura y polvorienta, pero eso no asustó a la valiente niña.
Comenzó a explorar cada rincón de la mansión hasta llegar al sótano. En el sótano encontró algo sorprendente: ¡un libro antiguo lleno de historias! Lo tomó entre sus manos y comenzó a leer las páginas amarillentas.
Cada historia hablaba sobre diferentes momentos felices vividos en esa misma casa años atrás. De repente, mientras Sofía seguía leyendo emocionada, escuchó un susurro detrás suyo: "-¿Qué estás haciendo aquí?"-.
Se dio vuelta rápidamente y vio a un niño transparente frente a ella. Era el niño fantasma que todos habían mencionado. Sofía no sintió miedo, al contrario, se acercó al niño y le respondió: "-Estoy leyendo este libro maravilloso sobre los momentos felices que ocurrieron aquí en el pasado.
¿Tú eres uno de esos momentos felices?"-. El niño fantasma sonrió y asintió con la cabeza. Se llamaba Tomás y había vivido en esa casa muchos años antes.
Le contó a Sofía cómo solía jugar en el jardín y reírse junto a su familia. Tomás añoraba esos momentos de alegría, pero desde que se convirtió en un espíritu no podía interactuar con el mundo exterior.
Sin embargo, Sofía le dio una idea brillante: "-¡Podemos crear nuevos momentos felices juntos! Aunque tú no puedas ser visto por los demás, podemos jugar y divertirnos como si fueras invisible"-. A partir de ese momento, Sofía y Tomás se convirtieron en grandes amigos invisibles para todos los demás.
Juntos exploraban cada rincón de la casa encantada, jugaban escondidas, construían castillos con mantas y compartían secretos. Poco a poco, la antigua mansión comenzó a llenarse de risas nuevamente.
Los vecinos del pueblo notaron cómo las luces brillaban más fuerte en la casa abandonada y escuchaban los sonidos de juegos infantiles. La historia entre Sofía y Tomás enseñó a todos que no debemos juzgar por las apariencias o creer todo lo que nos dicen sin comprobarlo.
A veces, las cosas más maravillosas pueden ocurrir en los lugares más inesperados. Y así, la antigua casa encantada dejó de ser temida por los vecinos y se convirtió en un símbolo de amistad y felicidad.
Sofía y Tomás demostraron que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay espacio para la luz y la alegría.
FIN.