La Casa de la Amistad


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Sol, dos amigos llamados Juan y Pedro. Les encantaba construir cosas juntos, desde castillos de arena en la playa hasta fuertes en el bosque.

Un día, mientras paseaban por el campo, encontraron un hermoso terreno con vistas a las montañas y decidieron que era el lugar perfecto para construir su propia casa. "¡Juan, mirá este terreno! ¡Es perfecto para nuestra casa del albor!", exclamó Pedro emocionado.

"¡Sí! Podríamos construir una casa grande con un jardín lleno de flores y árboles frutales", respondió Juan con entusiasmo. Los dos amigos se pusieron manos a la obra.

Comenzaron por cavar los cimientos y levantar las paredes con ladrillos que encontraron en un viejo depósito abandonado cerca del pueblo.

A medida que avanzaban en la construcción, iban imaginando cómo sería su hogar terminado: con grandes ventanas para dejar entrar la luz del sol, una cocina acogedora donde prepararían deliciosas comidas juntos y un dormitorio cómodo para descansar después de un largo día de trabajo. Sin embargo, no todo sería tan sencillo. Una tarde, mientras estaban colocando el techo, una tormenta repentina se desató sobre el pueblo.

El viento soplaba con fuerza y la lluvia golpeaba con fuerza las paredes recién levantadas de la casa del albor.

"¡Pedro, tenemos que proteger lo que hemos construido! ¡No podemos permitir que la tormenta arruine nuestro sueño!", gritó Juan sobre el ruido ensordecedor de truenos y relámpagos. Los dos amigos trabajaron sin descanso bajo la lluvia torrencial. Colocaron lonas sobre el techo a medio terminar y clavaron tablas extras en las paredes para reforzarlas.

A pesar de los obstáculos que se les presentaban, no perdieron nunca la esperanza ni dejaron de trabajar juntos como un equipo. Finalmente, la tormenta pasó y el sol volvió a brillar sobre Villa Sol.

Juan y Pedro contemplaron su casa del albor terminada con orgullo y alegría en sus corazones. "¡Lo logramos, amigo! Nuestra casa es más fuerte gracias a nuestra determinación y trabajo en equipo", dijo Pedro abrazando a Juan emocionado.

"Sí, demostramos que juntos podemos superar cualquier desafío que se nos presente", respondió Juan con una sonrisa radiante en su rostro. Desde ese día en adelante, Juan y Pedro vivieron felices en su hermosa casa del albor.

Siempre recordaban cómo enfrentaron juntos aquella tormenta inesperada que amenazaba con derribar sus sueños pero que terminó fortaleciendo su amistad y enseñándoles el valor de trabajar duro hacia un objetivo común.

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