La casa de la montaña



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, una casa abandonada que todos los niños del lugar temían. Se decía que estaba llena de monstruos y fantasmas aterradores.

Un día, llegó a ese pueblo una familia muy peculiar. Eran los González, formada por papá Juan, mamá Laura y sus dos hijos: Tomás y Sofía. A pesar de las advertencias sobre la casa abandonada, decidieron mudarse justo al lado de ella.

Los primeros días fueron tranquilos para la familia González. Pero pronto empezaron a escuchar extraños ruidos durante la noche. Los vecinos les decían que eran los terroríficos monstruos y fantasmas que habitaban en la casa abandonada.

Tomás y Sofía no podían dormir pensando en lo que ocurría al lado de su propia casa. Así que decidieron investigar por sí mismos qué había realmente dentro de aquel lugar tenebroso.

Una tarde, mientras jugaban cerca de la puerta principal de la casa abandonada, vieron salir a una sombra misteriosa. Era el fantasma más asustadizo del lugar: el Ratoncito Miedoso. - ¡No se acerquen! -gritó el Ratoncito Miedoso-.

Esta es mi guarida secreta donde me escondo del resto de monstruos y fantasmas. Tomás y Sofía se miraron sorprendidos. - ¿Por qué te escondes aquí? -preguntó Sofía con curiosidad. El Ratoncito Miedoso explicó cómo todos los demás monstruos lo molestaban por ser tan temeroso.

Él solo quería vivir tranquilo sin hacer daño a nadie. Los hermanos González, conmovidos por la historia del Ratoncito Miedoso, decidieron ayudarlo. Juntos idearon un plan para demostrarle al pueblo que los monstruos y fantasmas de la casa abandonada no eran como todos creían.

Tomás y Sofía investigaron más sobre los ruidos extraños y descubrieron que provenían de una vieja tubería rota en el sótano de la casa. Los ruidos se amplificaban y hacían eco por toda la vivienda abandonada.

Con sus herramientas, repararon la tubería y los ruidos desaparecieron por completo. Luego, pintaron las paredes de colores brillantes y llenaron el jardín con flores hermosas. Cuando terminaron su trabajo, organizaron una gran fiesta para todo el pueblo en la casa abandonada.

Invitaron a todos los vecinos a disfrutar del nuevo aspecto del lugar.

La gente llegó asustada al principio, pero cuando vieron cómo se había transformado aquella temible casa en un lugar cálido y acogedor, cambiaron su opinión sobre los monstruos y fantasmas que supuestamente habitaban allí. El Ratoncito Miedoso salió de su escondite junto con otros monstruos amigables que también habían encontrado refugio en aquel lugar solitario. Fueron recibidos con abrazos y sonrisas por parte de todos los presentes.

Desde ese día, la casa abandonada se convirtió en un centro comunitario donde niños y adultos compartían momentos felices juntos. Los monstruos dejaron de ser temidos para convertirse en amigos inseparables.

Tomás y Sofía aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de no juzgar a los demás por su apariencia o lo que se dice de ellos. Descubrieron que, muchas veces, las cosas no son como parecen y que todos merecemos una oportunidad para mostrar quiénes somos realmente.

Y así, en aquel pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, la casa abandonada pasó de ser un lugar tenebroso lleno de monstruos y fantasmas a convertirse en el hogar más cálido y amigable del lugar.

FIN.

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