La Casa de las Calabazas que Ríen
Era una noche de Halloween en el tranquilo pueblo de Llum, donde las calabazas brillaban con luces diminutas y las hojas caídas susurraban canciones de otoño. Los niños se preparaban para salir en busca de dulces, pero había una casa que todos temían: la Casa de las Calabazas. Nadie se atrevía a acercarse, porque se decía que estaba embrujada por una vieja bruja llamada Doña Violeta.
Una groupete de amigos decidieron que era hora de enfrentarse a sus miedos. "¡Vamos, no podemos dejar que una bruja nos asuste!"- propuso Tomás, el más valiente del grupo. "Pero... ¿Y si nos convierte en sapos?"- dijo Ana, temblando. Sofía, que siempre tenía una idea brillante, exclamó: "No se preocupen, si la casa está embrujada, tal vez sólo necesitemos un poco de magia positiva."-
Así que, armados con linternas y un puñado de golosinas, se dirigieron hacia la misteriosa casa. Las ventanas estaban cubiertas de telarañas y la puerta chirriaba como si quisiera asustarlos. Al cruzar el umbral, fueron recibidos por un espectáculo sorprendente: ¡la casa estaba llena de calabazas que reían!"¡Bienvenidos, pequeños valientes!"- resonó una voz suave. Era Doña Violeta, que no era una bruja malvada, sino una encantadora anciana.
"¿Eres tú la bruja del pueblo?"- preguntó Tomás, todavía un poco asustado.
"Sí, y también soy la guardiana de las calabazas risueñas. Estas calabazas son mágicas, pero sólo se ríen cuando hay amor y amistad en el aire."- explicó Doña Violeta.
Los amigos estaban fascinados. "¿En serio? ¿Cómo podemos hacer que se rían aún más?"- preguntó Ana.
"Tienen que compartir historias divertidas y contar chistes. Si pueden hacer reír a las calabazas, recibirán un regalo especial en Halloween,"- dijo la anciana con una sonrisa.
Así comenzó la competencia de risas. Sofía comenzó a contar chistes sobre calabazas: "¿Qué le dijo una calabaza a otra en Halloween? ¡Nos vemos en el puré!"- Las calabazas comenzaron a reírse a carcajadas.
Dos calabazas en particular, llamadas Pip y Pum, se unieron al juego. "¡Cuéntanos más! ¡Nos encanta reír!"- dijeron animadamente.
Los amigos comenzaron a competir por hacer reír a las calabazas. Tomás contó la historia de un perro que se disfrazó de monstruo y terminó asustando a su propio dueño. Ana hizo rimas sobre brujas que cocinaban en sus escobas, y Sofía compartió un cuento de un fantasma que solo quería hacer amigos.
Y así, entre risas y carcajadas, las calabazas comenzaron a brillar aún más intensamente. Doña Violeta les dijo: "¡Magnífico! Ustedes han traído una alegría especial a mi hogar. Ahora, les doy su recompensa: el valor de enfrentar sus miedos y el poder de la amistad."-
Con un gesto de su mano, Doña Violeta hizo que cada calabaza se llenara de dulces y golosinas mágicas. "¡Llévenselas y compartan con sus amigos en el pueblo! Recuerden que la verdadera magia se encuentra en la risa y en los buenos momentos compartidos,"- concluyó.
Los amigos regresaron a su pueblo con sus dulces y una nueva lección: enfrentar los miedos a veces puede llevar a una amistad más fuerte y a experiencias inolvidables. Desde ese día, la Casa de las Calabazas ya no fue vista como un lugar aterrador, sino como un espacio de alegría y amistad.
Y cada Halloween, el pueblo de Llum celebraba no solo con dulces, sino también compartiendo historias y risas que ilusionaban a los niños de todas las edades.
FIN.