La Casa de las Sombras
En un pequeño pueblo rodeado de densos bosques y colinas, existía una casa antigua que todos conocían como "La Casa de las Sombras". Decían que estaba embrujada, y que cualquier niño que se atreviera a entrar nunca volvía a salir. Sin embargo, un grupo de amigos valientes: Milagros, Tomás y Lucas, decidió que era hora de descubrir la verdad detrás de los misterios de la casa.
"No puede ser tan aterradora como dicen", dijo Milagros, ajustando su gorro de lana.
"Sí, pero hay que tener cuidado. No queremos que se nos acerquen las sombras", advirtió Tomás con la voz temblorosa.
"Vamos, ¡esto será una aventura!", agregó Lucas, tratando de alentar a sus amigos.
La tarde del viernes, se armaron con linternas y bocadillos, y se dirigieron hacia la casa. Al llegar, la puerta chirrió ominosamente, como si estuviese advirtiéndoles que se dieran la vuelta. Sin embargo, decidieron entrar. La casa estaba oscura, con el polvo acumulado en las esquinas y un aire helado que les erizaba la piel.
Mientras empezaban a explorar, descubrieron fotos antiguas en las paredes. En una de ellas, un niño sonreía mientras miraba hacia la cámara. Lucas dijo:
"Miren, ¡este niño se parece a uno de nosotros!"
Tomás se asustó aún más.
"¡Cuidado! Quizás sea una de las sombras que hablan de la leyenda."
Milagros les recordó que la curiosidad era lo que los había llevado hasta allí.
De repente, escucharon un susurro.
"¿Quién anda ahí?" preguntó Tomás temblando.
No hubo respuesta, pero el aire se volvió más gélido. Decidieron seguir el sonido, desde adentro la casa parecía cobrar vida. A medida que avanzaban, comenzaron a notar sombras que parecían moverse en las paredes.
"Esto no me gusta, deberíamos regresar", sugirió Milagros.
- “Pero, ¿y si hay un tesoro escondido aquí?", respondió Lucas, ansioso.
"Las sombras no son tesoros", dijo Tomás con seriedad.
Pero eran demasiado curiosos para detenerse. Al acercarse a una habitación, la puerta se cerró de golpe.
"¡Estamos atrapados!" gritó Lucas, pero Milagros buscó en su mochila. Tenía un mapa del pueblo que habían encontrado antes.
"Quizás hay otra salida", los tranquilizó.
Pero mientras examinaban el mapa, unas manos etéreas comenzaron a dibujarse en la oscuridad.
"¡Ayuda! ¡No queremos lastimarlos!" dijeron voces susurrantes.
"¿Qué quieren?" preguntó Milagros, ahora asustada. Y las sombras respondieron:
"Sólo queremos que nos escuches. No todos somos malos. Solo buscamos amigos que nos entiendan."
Las sombras, que antes les parecían aterradoras, revelaron que eran niños como ellos, atrapados en la casa durante años.
"¿Por qué no salieron?" preguntó Tomás.
"Ellos nunca quisieron escuchar nuestras historias", dijeron triste.
Los amigos decidieron ayudarles. Comenzaron a escuchar las historias de aquellos niños tragados por el miedo y el abandono.
Después de una emotiva conversación, Milagros les dijo:
"Podemos ser amigos y salir juntos." Con sus corazones llenos de valentía, los amigos condujeron a las sombras hacia la puerta principal. Con un destello de luz, las sombras se convirtieron en niños de carne y hueso, aunque un poco pálidos y confundidos.
Todos salieron al exterior, y la luz del sol les brilló en los rostros, llenando de alegría la casa por primera vez en años.
"¡Gracias! ¡Por fin somos libres!", gritaron los nuevos amigos.
El grupo de amigos se despidió, prometiendo volver a jugar juntos.
Así, La Casa de las Sombras dejó de ser un lugar de terror y se transformó en un símbolo de amistad y superación, recordando a todos en el pueblo que a veces los miedos solo necesitan ser comprendidos para desaparecer.
FIN.