La Casa de los Aventureros



En lo profundo de la selva, Jeremías, Joaquina y Lucas se encontraban perdidos. El sol comenzaba a ocultarse entre los árboles altos y frondosos, dejando un manto de oscuridad sobre ellos. Jeremías miró a su alrededor con temor.

"¿Qué hacemos ahora? Estamos totalmente perdidos", susurró. Joaquina intentó mantener la calma. "No te preocupes, Jeremías. Seguro que encontraremos una forma de salir de aquí".

Lucas, el más valiente del grupo, señaló hacia una pequeña senda que se adentraba en la densidad de la selva. "Miren allí, parece haber algo", dijo con curiosidad. Con mucho cuidado y siguiendo el camino estrecho, llegaron frente a una antigua casa abandonada.

Sus ventanas rotas y las telarañas colgando daban un aspecto siniestro al lugar. "¡Esperen!", exclamó Joaquina mientras retrocedía unos pasos. "Dicen que esta casa está embrujada y que vive aquí una bruja malvada".

Jeremías sintió un escalofrío recorrer su espalda pero recordó que no tenían otra opción si querían encontrar el camino de vuelta a casa antes de que cayera la noche por completo. Decidieron entrar en la casa con cautela.

Las tablas del piso crujían bajo sus pies mientras avanzaban lentamente por los oscuros pasillos. De repente, escucharon una risa malévola resonar en toda la casa. Los tres amigos se miraron entre sí con terror dibujado en sus rostros. "¡No deberían estar aquí!", una voz siniestra susurró detrás de ellos.

Se giraron y vieron a una anciana con un sombrero puntiagudo y una mirada penetrante. Era la bruja malvada que vivía en la casa embrujada.

"¡Lo siento! Nos perdimos en la selva y solo queríamos encontrar el camino de vuelta a casa", explicó Jeremías, temblando de miedo. La bruja los observó detenidamente durante unos segundos antes de soltar una carcajada. "Ustedes tres son valientes por haber entrado en mi morada", dijo sorprendentemente amable.

"Pero esta no es una casa embrujada, es solo mi hogar". Jeremías, Joaquina y Lucas se miraron confundidos pero aliviados. La apariencia tenebrosa del lugar había jugado con su imaginación.

La bruja les mostró su jardín lleno de plantas medicinales y les enseñó sobre las diferentes hierbas que utilizaba para hacer pociones curativas. Les contó historias sobre la selva y los animales que habitaban allí.

"Nunca juzguen algo o alguien por su apariencia", les recordó la bruja mientras compartían un delicioso té hecho con hierbas del jardín. "A veces, lo desconocido puede resultar ser algo maravilloso". Con el corazón lleno de gratitud hacia la bruja malvada convertida en amiga, Jeremías, Joaquina y Lucas se despidieron y prometieron ayudarse mutuamente siempre que lo necesitaran.

Caminaron fuera de la casa abrazándose, sabiendo que habían aprendido una valiosa lección sobre la importancia de no juzgar a los demás sin conocerlos realmente.

Desde ese día, Jeremías, Joaquina y Lucas se convirtieron en grandes aventureros y siempre recordaron que las apariencias pueden engañar. Aprendieron a valorar la diversidad y a acercarse a las personas con mente abierta, sin prejuicios ni miedo.

Y así, con su nueva perspectiva, continuaron explorando el mundo juntos, enfrentando cualquier desafío con valentía y comprensión.

FIN.

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