La casa de los gatos



Había una vez una niña llamada Martina Silva, quien vivía en una casa grande con su familia en un pequeño pueblo de Argentina.

Era invierno y hacía mucho frío afuera, pero dentro de la casa todo era cálido y acogedor. Martina amaba a los animales y siempre había querido tener un gato como mascota. Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, encontró a un pequeño gatito abandonado en medio de la nieve.

Sin pensarlo dos veces, lo recogió y se lo llevó a casa. Cuando su familia vio al gatito, no podían creer que Martina hubiera traído otro animal a casa.

Ya tenían un perro y varios pájaros como mascotas, pero ella insistió en quedarse con el gato. "¿Qué vamos a hacer con otro animal?", preguntó su madre preocupada. "Lo cuidaré yo misma", respondió Martina con determinación. Y así comenzó la aventura de Martina con su nuevo amigo felino.

Pero al día siguiente, mientras caminaba por el mismo parque donde encontró al primer gato, descubrió otros tres gatos abandonados más. "No puedo dejarlos aquí solos", dijo Martina para sí misma mientras los tomaba en brazos uno por uno.

De vuelta en casa, sus padres se sorprendieron al verla llegar cargando cuatro gatos diferentes. Pero después de escuchar cómo los había encontrado todos abandonados en el frío invierno argentino decidieron ayudarla a cuidarlos también.

Así fue como Martina se convirtió en la dueña orgullosa de cinco hermosos gatos: Simón, Luna, Tomás, Mía y Nala. Cada día los alimentaba, les daba agua limpia y los acurrucaban para mantenerlos calientes.

Pero pronto Martina se dio cuenta de que cuidar a cinco gatos no era fácil. La casa comenzó a llenarse de pelos de gato y el olor a arena para gatos invadió la habitación donde dormían.

Además, cada vez que Martina intentaba jugar con uno de ellos, los otros cuatro querían atención también. "¿Qué voy a hacer?", se preguntó Martina mientras miraba a sus amigos felinos jugando juntos en el suelo. Fue entonces cuando tuvo una idea brillante.

Decidió construir una gran casa para sus gatos en el jardín trasero. Con la ayuda de su padre, construyeron un pequeño refugio con varias habitaciones para que cada gato pudiera tener su propio espacio personal.

Los gatos estaban emocionados con su nuevo hogar y pasaron horas explorándolo y jugando juntos en él. Y así fue como Martina aprendió la importancia del trabajo duro y la creatividad para resolver problemas difíciles. A medida que pasaron las semanas, Martina continuó cuidando a sus amigos felinos con amor y dedicación.

Aprendió sobre la responsabilidad y cómo es importante tomar decisiones sabias al adoptar mascotas.

Y aunque había momentos difíciles mientras criaba tantos animales diferentes en casa, siempre recordaría aquel frío invierno argentino cuando decidió darle un hogar cálido e amoroso a estos hermosos gatos abandonados.

FIN.

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