La Casa de los Sueños
Era un día soleado en la ciudad, y Miguel y Daniel, dos amigos inseparables, se encontraban explorando un viejo barrio de su vecindario. Mientras caminaban, se toparon con una antigua casa que lucía abandonada. La pintura descascarada y las ventanas polvorientas les daban un aire misterioso.
"Che, Miguel, ¿te imaginás cuántas historias guardará esta casa?" - dijo Daniel, emocionado.
"No sé, pero seguro que hay alguna aventura por descubrir" - respondió Miguel, con brillo en los ojos.
Los dos amigos decidieron acercarse para investigar. Cuando llegaron a la puerta, Daniel notó algo brillante detrás de una ventana. "¡Mirá eso!" - gritó, señalando.
Miguel se asomó y, para su sorpresa, vio a un pequeño fantasma de colores brillantes que sonreía y les hacía señas. "Hola, chicos, soy Pipo, el fantasma feliz. ¡Bienvenidos a mi casa!" - dijo Pipo, flotando suavemente hacia la puerta.
"¿Un fantasma feliz? ¡Nunca conocí a uno!" - exclamó Miguel, asombrado.
"Claro, aquí no asusto a nadie. ¡Solo quiero hacer amigos y compartir alegría!" - comentó Pipo, haciendo dar vueltas a su cuerpo transparente en el aire.
Entraron a la casa, que a pesar de parecer antigua, estaba llena de colores y luces mágicas. Las paredes estaban decoradas con dibujos de risas y juegos.
"Esto es increíble, Pipo. ¿Cómo es que vivís aquí solo?" - preguntó Daniel, curioso.
"Un día, mis amigos se fueron a jugar a otro lugar, y yo decidí quedarme, pero como me gusta hacer reír, no me siento solo" - respondió el fantasma, con una gran sonrisa.
"¿Puedo ayudarlos a encontrar amigos?" - propuso Miguel, siempre listo para la aventura.
Pipo brilló aún más de felicidad y exclamó: "¡Sí! Podemos tener una fiesta. Así invitemos a todos y hagamos amigos juntos".
Juntos comenzaron a preparar la fiesta. Miguel y Daniel decoraron la casa con globos de colores, y Pipo hizo aparecer deliciosos bocadillos flotantes.
Cuando todo estuvo listo, el fantasma feliz usó su magia para invitar a todos los niños del vecindario. La casa pronto se llenó de risas y diversión. Todos los chicos jugaban, contaban historias, y la alegría se apoderó del lugar.
"¡Esto es lo mejor que he vivido!" - dijo uno de los chicos, mientras corría tras un globo.
Sin embargo, de repente, las luces comenzaron a titilar, y un viento frío recorrió la habitación.
"¿Qué pasa, Pipo?" - preguntó Miguel, preocupado.
"Oh no, parece que las cosas mágicas de la casa han atraído también a un fantasma triste que vive en el viejo árbol del parque. Él se siente solo y quiere volver a ser el fantasma feliz" - explicó Pipo, con un tono serio.
"No podemos dejar a nadie triste en la fiesta. ¿Qué hacemos?" - sugirió Daniel.
"Tendremos que invitarlo también. Tal vez se sienta mejor si juega con nosotros" - dijo Miguel, decidido.
Así que el trío se dirigió hacia el viejo árbol, donde encontraron a un fantasma cubierto de nubes grises.
"Hola, soy Pipo, y estos son mis amigos Miguel y Daniel. ¡Te estamos buscando!" - dijo Pipo, acercándose.
"¿Por qué querrían hablar conmigo?" - murmuró el fantasma triste.
"Porque todos merecen ser felices. Ven con nosotros a la fiesta" - propuso Daniel, sonriendo.
El fantasma dudó, pero al ver la alegría de los otros, finalmente aceptó la invitación.
Al llegar a la casa, el nuevo fantasma se sorprendió por la amabilidad de los chicos y se unió a los juegos. Poco a poco, las nubes grises comenzaron a despejarse, y una hermosa sonrisa se dibujó en su rostro.
"¡Gracias, chicos! Nunca había sentido tanta alegría en una fiesta. Ustedes son verdaderos amigos" - dijo el fantasma alegremente.
La casa de Pipo se convirtió en un lugar especial donde todos los fantasmas y niños eran bienvenidos, y donde la amistad y la diversión nunca faltaban.
Miguel y Daniel entendieron que a veces, la verdadera belleza de la amistad radica en ayudar a los demás a encontrar su felicidad.
"No hay nada mejor que compartir momentos con amigos, sean humanos o fantasmas" - reflexionó Miguel, mientras se reía junto a Pipo y el nuevo amigo, todos brincando de alegría.
Desde aquel día, cada vez que alguien se sentía triste, sabía que siempre podría contar con Pipo, Miguel y Daniel para recordarle lo importante que es ser feliz en compañía de amigos.
Y así, la casa de los sueños se convirtió en un lugar mágico donde nadie se sentía solo, y donde la diversión, la alegría y la amistad florecían como nunca antes.
FIN.