La Casa de los Susurros



Había una vez una niña llamada Valentina que vivía en un pequeño pueblo rodeado de bosques oscuros y profundos. A Valentina le encantaba explorar la naturaleza, pero siempre había un lugar que le prohibían visitar: una vieja casa abandonada al final del camino. Los adultos del pueblo decían que era un lugar encantado, y que por las noches se escuchaban susurros que hacían temblar a cualquiera que se acercara. A pesar de las advertencias, la curiosidad de Valentina podía más que su miedo.

Una tarde, después de que el sol se ocultara tras las montañas, Valentina decidió aventurarse hacia la casa. Con una linterna en mano y su corazón latiendo desbocado, empujó la puerta desvencijada y la casa crujió como si despertara de un largo sueño. Dentro, todo estaba cubierto de polvo, y las sombras danzaban en las paredes mientras los susurros comenzaban a rodearla. "¿Quién anda ahí?"- preguntó Valentina, tratando de que su voz sonara firme.

De repente, los susurros se hicieron más claros, y una figura apareció ante ella: era una anciana de cabello plateado que sonreía con dulzura. "No tengas miedo, querida. Siempre he estado aquí, esperando a que alguien valiente como vos cruce esta puerta. Los susurros son las historias de aquellos que han vivido aquí. Me gustaría compartirlas contigo"-, dijo la anciana prontamente. Valentina, intrigada, se sentó junto a ella y escuchó fascinada relatos de aventuras, sueños y secretos perdidos en el tiempo.

Sin embargo, cuando la anciana terminó de contar la última historia, su rostro cambió y en un susurro casi imperceptible dijo: "Ahora vos serás quien cuente estas historias. La casa necesita una nueva guardiana"-. Valentina, sorprendida, sintió cómo el suelo temblaba bajo sus pies y, antes de que pudiera reaccionar, la casa la absorbió en una espiral de luz. Nunca volvió al pueblo, pero cada noche, las sombras y los susurros se multiplicaron, y una nueva historia emergió de la vieja casa, esperando ser descubierta por aquellos que, al igual que Valentina, se atrevieran a cruzar su puerta.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!