La Casa de los Susurros
En un pequeño pueblo, al final de una calle empedrada, se erguía una casa antigua y polvorienta. Sus ventanas estaban cubiertas de telarañas y su puerta crujía como si hablara al abrirse. Los niños del barrio, intrigados por la aparente magia del lugar, la llamaban "La Casa de los Susurros".
Una tarde de otoño, tres amigos -Tomás, Lila y Joaquín- decidieron explorar la misteriosa casa. Con sus corazones latiendo fuertes de emoción y un poco de miedo, caminaron hacia la puerta.
"¿Estás seguro de esto, Tomás?" - preguntó Lila, mirando la puerta que se movía ligeramente por el viento.
"¡Claro! Seremos valientes. Solo es una casa vieja" - respondió Tomás, tratando de sonar convincente.
"No sé, siempre dicen que está embrujada" - murmuró Joaquín, mirando alrededor.
Una vez dentro, el aire era fresco y un poco húmedo. En la oscuridad, los susurros comenzaban a escucharse, como si las paredes guardaran secretos de otro tiempo.
"Escuchan eso..." - dijo Joaquín, con un nudo en la garganta.
"Son solo ruidos, nada de qué preocuparse" - trató de tranquilizarlos Lila.
Exploraron la casa, donde encontraron un viejo diario cubierto de polvo. Abrieron sus páginas y se sorprendieron al leer sobre un niño llamado Martín, que había vivido allí hace muchos años. En su escritura se hablaba de aventuras, juegos y sueños entre los árboles.
"Parece que Martín se divertía mucho aquí" - dijo Tomás, emocionado.
Pero, mientras leían, los susurros se hicieron más claros. De repente, una misteriosa sombra se cruzó por el pasillo.
"¿Vieron eso?" - gritó Joaquín, apuntando hacia la esquina oscura.
"No, no, no... quizás solo fue una sombra" - intentó calmar a sus amigos Lila.
Los tres se animaron a seguir la sombra, pensando que podría ser un gato o algo inofensivo. Cuando llegaron a la habitación, encontraron un viejo piano cubierto de polvo. Las teclas estaban amarillas por el tiempo, pero algo las hacía brillar.
"¿Y si tocamos una melodía?" - sugirió Tomás con entusiasmo.
Cada uno de ellos se acercó al piano y comenzó a tocar algunas notas. Cuanto más tocaban, más claras se volvían las voces. Eran voces alegres que hablaban de magias, risas e historias por contar.
"¿Quiénes son ustedes?" - preguntó Lila, asomándose a la habitación, donde los ecos de risas llenaban el aire.
De repente, una figura traslúcida comenzó a formarse. Era el espíritu de Martín, un niño de mirada amable que sonrió al verlos.
"¡Hola, amigos! No tengan miedo. Solo quería compartir mis aventuras con ustedes. He estado esperando a que alguien venga a jugar" - dijo Martín con una voz suave.
Los amigos se miraron, confundidos pero intrigados.
"¿De verdad nos invitas a jugar contigo?" - preguntó Joaquín, un poco dudoso.
"Sí. Cada historia que escribí es una aventura. Si quieren, puedo mostrarles mi mundo. Aquí, la imaginación nunca se detiene" - respondió Martín, señalando un viejo mapa desdoblado en la mesa.
Los tres amigos se sintieron aliviados y emocionados. Pronto, comenzaron a jugar y a imaginar aventuras fabulosas junto a Martín. Se transportaron a bosques encantados, navegaron por océanos de estrellas y volaron en agradables montañas rusas de risas.
Cuando la noche comenzó a caer y la luna asomó por las ventanas, Martín les sonrió.
"Gracias por compartir su alegría conmigo. Nunca olviden que lo más importante es mantener la imaginación viva. Pueden venir a jugar siempre que lo deseen" - dijo el espíritu, mientras poco a poco se desvanecía.
Los amigos salieron de la casa, con el corazón lleno de risas y con historias que contar. Habían aprendido que el miedo a lo desconocido a veces solo es una puerta a la imaginación y a la amistad.
Al llegar a casa, se miraron cómplices, y sin dudarlo, ya estaban planeando su próxima aventura.
"¿Creen que podamos volver a visitarlo?" - preguntó Lila.
"Por supuesto, ¡seremos eternamente amigos!" - respondió Tomás, con una gran sonrisa.
"¡Y siempre habrá nuevas historias para contar!" - exclamó Joaquín, saltando de emoción.
Así, la Casa de los Susurros se convirtió en un lugar de alegría, aventuras y un recordatorio de que la clave para enfrentar los miedos está en la amistad y la imaginación.
FIN.