La Casa De Los Susurros
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Susurrito, una casa mágica conocida como La Casa De Los Susurros. Esta casa era diferente a las demás; su exterior estaba cubierto de enredaderas verdes y sus ventanas brillaban con un resplandor suave y cálido. Se decía que los susurros de la casa eran voces de amistad y amor, y que inspiraban a todos aquellos que se acercaban a ella.
Un día, un niño llamado Tomi, conocido por su gran curiosidad, decidió explorar la casa. Cuando llegó a la puerta, sintió que un suave viento lo invitaba a entrar. Al cruzar el umbral, fue recibido por un parloteo alegre.
"¡Hola! Bienvenido a La Casa De Los Susurros" - exclamó una voz amigable que provenía de una lámpara con forma de estrella.
"¿Quién habla?" - preguntó Tomi, sorprendido.
"Soy Lumi, la Lámpara de los Sueños. Aquí los susurros son pequeños sueños que comparten todos los que han pasado por esta casa. ¿Estás listo para escuchar?" - respondió Lumi emocionada.
Tomi asintió con la cabeza, y en ese momento, una serie de susurros comenzaron a llenar el aire. Cada susurro era una historia con una lección valiosa.
El primer susurro que escuchó fue el de una niña llamada Flor, que había tenido miedo de compartir sus hermosos dibujos.
"...y entonces, un día, decidí mostrarlos a mis amigos y les encantaron. Desde entonces, nunca volví a tener miedo" - relató Flor.
Tomi sonrió, se dio cuenta de que eso le pasaba a veces, también temía mostrar sus propias creaciones.
El siguiente susurro provenía de un niño llamado Milo.
"...y aprendí que si un día me caía, no debía rendirme, porque siempre podía intentar de nuevo. Así fue como aprendí a andar en bicicleta" - decía Milo con entusiasmo.
Tomi lo pensó. Había intentado cantar en un concurso, pero una vez se había puesto tan nervioso que había tropezado con su propia voz. Sin embargo, comenzaba a creer que tal vez deberíamos compartir hasta nuestros tropiezos.
El siguiente susurro fue diferente, era un poco más melancólico, el de una anciana llamada Clara.
"...a veces, cuando perdemos a alguien, creemos que jamás volveremos a sonreír. Pero un día, decidí recordar los momentos felices y entonces comprendí que el amor que compartimos nunca se va" - decía Clara, y su voz era como una brisa suave.
Tomi sintió que una lágrima se le escapaba, pero esta vez era de alegría. Comprendió que todas las personas tienen historias, y que en las tristezas también hay espacio para los recuerdos felices.
Después de escuchar tantos susurros, Tomi sintió que la casa estaba llena de magia, pero sobre todo de aprendizajes. Cuando se dispuso a salir, Lumi le dijo:
"Recuerda, querido Tomi, que cada susurro es una semilla de sabiduría. Lleva contigo lo que has aprendido y compártelo con los demás".
Tomi asintió, y antes de irse dijo:
"¡Prometo que haré un dibujo de la casa y contaré a todos sobre los sueños que escuché aquí!".
Y así, salió de La Casa De Los Susurros con el corazón lleno de nuevas ideas. Se sentó en un parque y dibujó, una y otra vez, mientras contaba las bellas historias que había escuchado. Pronto los niños se unieron, cada uno con su propia historia que compartir.
La magia de La Casa De Los Susurros no solo había tocado a Tomi, sino también a sus amigos. Juntos aprendieron que los miedos y las tristezas eran parte del camino, pero que al compartir sus historias podían convertirlas en risas y sueños.
Desde ese día, Susurrito no solo era conocido por su casa mágica, sino también por ser un pueblo donde todos se escuchaban y se apoyaban mutuamente. Así fue como La Casa De Los Susurros se convirtió en un símbolo de unión, amistad y aprendizaje, recordando a cada uno que siempre hay un susurro de esperanza esperando ser escuchado.
FIN.