La Casa de Madera y la Cascada Misteriosa
Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques espeso, una hermosa casa de madera donde vivía una joven pelirroja llamada Lila. Ella tenía un espíritu aventurero y una sonrisa que iluminaba hasta el día más nublado.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano, Lila escuchó el sonido burbujeante de agua. Siguiendo el sonido, llegó a una hermosa cascada que caía en una pileta cristalina.
"¡Es un lugar mágico!", exclamó Lila mientras miraba fascinada el agua que brillaba como diamantes bajo el sol.
De repente, apareció un hombre que cuidaba del lugar, tenía una larga barba y unos ojos que reflejaban la sabiduría de los años.
"Hola, pequeña. Soy el guardián de esta cascada. ¿Te gustaría saber sobre su historia?", dijo amablemente.
"¡Sí, por favor!", respondió Lila emocionada.
El guardián, cuyo nombre era Don Julián, comenzó a contarle la leyenda de la cascada. La cascada era mágica y, cada vez que alguien hacía un deseo sincero, el agua emitía un brillo especial. Evaluó Lila la posibilidad de pedir un deseo.
"¿Puedo pedir un deseo?", preguntó con curiosidad.
"Solo si es de corazón", contestó Don Julián. "Cada deseo tiene su precio, y a menudo, la vida te enseña lecciones en el camino más de lo que esperas."
Lila pensó en su deseo. Siempre había soñado con tener un lugar lleno de risas y alegría donde sus amigos pudieran jugar y ser felices.
"Deseo tener un gran parque para compartir con todos mis amigos!", pronunció con sinceridad.
El agua de la cascada comenzó a brillar intensamente, llenando el aire de una energía mágica.
"Tu deseo es especial, Lila. Pero recuerda, hay que trabajar juntos para que los sueños se hagan realidad", dijo Don Julián.
Lila regresó a su casa y, al día siguiente, comenzó a hablar con sus amigos sobre su idea. Muchos se entusiasmaron e incluso se unieron para ayudar a hacer realidad el sueño de Lila. Se organizaron para limpiar un sector del bosque y prepararlo para el parque.
Entre risas y juegos, los niños trabajaron juntos, y el brillante deseo de Lila comenzó a tomar forma. Pero un día, mientras recolectaban ramas y hojas, todo se volvió difícil. Un gran árbol había caído y bloqueaba la entrada al lugar donde querían crear el parque. El grupo se desanimó.
"¡No podemos seguir!", dijo uno de sus amigos.
Lila, mirando la picardía de sus amigos, se sintió triste. Pero recordó las palabras de Don Julián.
"Dijo que hay que trabajar juntos. Si caímos, entonces debemos levantarnos. ¡Podemos pedir ayuda!", sugirió.
Los niños decidieron hablar con los adultos del pueblo para que les enseñaran cómo mover el árbol. Con el apoyo de todos, al final lograron quitar el obstáculo y continuar con su sueño.
Finalmente, después de semanas de trabajo en equipo, el parque se inauguró. Había columpios, toboganes, y un gran espacio verde para jugar. Lila miraba a sus amigos reír y disfrutar con una emoción tan grande que no podía contener las lágrimas.
"¡Lo hicimos!", gritó felizmente.
De pronto, el sol brilló más fuerte y, en ese momento, sintió que la cascada estaba alegre también.
"Gracias, Don Julián!", susurró Lila mirando hacia donde estaba la cascada.
La vida les había enseñado que los sueños se construyen con esfuerzo y unidad. Cada rayo de sol en su parque era un recordatorio de que juntos se podían lograr grandes cosas. Y así, Lila, con su espíritu pelirrojo y su risa contagiosa, seguía iluminando la vida de su pueblo, un día a la vez.
FIN.