La Casa del Espejo
En un pequeño pueblo llamado Esperanza, había una casa antigua al final de la calle de los susurros. La casa pertenecía a doña Clara, una mujer mayor que había desaparecido misteriosamente hace muchos años. Aunque todos decían que estaba embrujada, un grupo de niños, curiosos e intrépidos, decidieron investigar. Entre esos niños estaban Tomás, Valentina y Lucas.
Una tarde, mientras el sol comenzaba a esconderse, los tres amigos se aventuraron a acercarse a la casa.
"¿Te imaginas lo que habrá dentro?" - dijo Tomás, con los ojos brillos.
"Dicen que tiene un espejo que muestra el futuro" - respondió Valentina, emocionada.
"¡No puede ser!" - exclamó Lucas, un poco asustado. "Yo no sé si quiero entrar...".
A pesar de sus miedos, decidieron empujar la vieja puerta de madera. Crac. La puerta se abrió con un chirrido que resonó por todo el barrio. Al entrar, el aire estaba frío y cargado de polvo. Las sombras danzaban en las paredes mientras exploraban la casa, cada rincón parecía contar una historia olvidada.
"Miren ese espejo" - indicó Valentina, señalando un gran espejo cubierto de telarañas en la sala de estar.
"Quizás veamos nuestro futuro en él" - sugirió Tomás, un poco bromeando.
"Pero, ¿y si nos enseña algo horrible?" - Lucas temblaba un poco.
Ignorando a Lucas, se acercaron al espejo. Valentina fue la primera en asomarse. Comenzó a reír.
"¡Miren! Soy la reina de un castillo".
Tomás también se acercó.
"¡Yo soy un fabuloso explorador!" - dijo, haciendo gestos exagerados.
"Déjenme ver, déjenme ver" - insistió Lucas.
Cuando Lucas se asomó, su rostro se puso pálido.
"Yo... yo... veo algo...".
"¿Qué ves?" - preguntaron a coro.
Lucas tragó saliva, su voz temblaba.
"Estoy... atrapado. ¡En un cuarto oscuro!"
Todos se rieron al pensar que estaba bromeando.
"No seas tonto, Lucas. No puede ser real" - replicó Valentina.
Pero mientras seguían observando sus reflejos, el ambiente cambió. El espejo comenzó a brillar levemente y las risas se apagaron. Algo oscuro y siniestro se dibujó en el reflejo, algo que no pertenecía a su mundo. Una figura emergió, con una sonrisa escalofriante.
"¿Queréis ver más?" - susurró la figura.
"Basta, ¿quién sos?" - grito Tomás.
"Vengo a buscar nuevos amigos", dijo la figura, acercándose lentamente.
Los niños sintieron un frío intenso que les erizó la piel. Decidieron salir corriendo de la casa, pero la puerta se cerró de golpe detrás de ellos.
"Esto no es un juego" - dijo Valentina, casi llorando.
"Debemos salir de aquí ya!" - gritó Lucas, mientras la figura se acercaba más, sus ojos brillaban con una luz siniestra.
Con un último esfuerzo, Tomás empujó la puerta y esta se abrió de golpe. Los tres salieron corriendo, dejando atrás la casa y la figura aterradora.
Al llegar a casa, respiraron aliviados, pero algo extraño había cambiado. Cada vez que miraban en alto, podían ver el reflejo de la figura en los espejos de sus casas, sonriendo y esperándolos. Habían dejado algo en la casa del espejo, una curiosidad que aún les llamaba a regresar.
Desde ese día, nunca más se volvió a hablar de lo que sucedió en la Casa del Espejo. Pero los murmullos del pueblo seguían, y los espejos, -en especial los de los niños- guardaban un secreto aterrador que solo ellos conocían. Nadie volvió a acercarse a la casa, pero a veces, por la noche, podían escuchar risas infantiles provenientes de su interior.
Así, la Casa del Espejo se convirtió en una leyenda del pueblo, recordando a todos que hay cosas que quizás deberían permanecer sin ser descubiertas.
FIN.