La Casa del Laberinto


Rafaella era una niña muy valiente y aventurera. Le encantaba explorar nuevos lugares y descubrir cosas interesantes. Un día, mientras paseaba con su perrito Dibu por el bosque, se encontró con una casa abandonada y misteriosa.

- Mira Dibu, ¡qué casa más grande! -exclamó Rafaella emocionada-. ¿Te animas a entrar? Dibu movió la cola con entusiasmo y juntos entraron en la casa.

Pero apenas habían avanzado unos pasos cuando una puerta se cerró detrás de ellos, dejándolos atrapados adentro. Rafaella intentó abrir la puerta sin éxito. Estaban completamente solos en esa casa embrujada y no sabían cómo salir. - No te preocupes Rafaella, yo te protejo -dijo Dibu ladrando para darle ánimo.

Mientras buscaban alguna salida, se dieron cuenta de que la casa estaba llena de trampas peligrosas. Había agujeros en el suelo, escaleras rotas y objetos que caían del techo sin previo aviso.

Rafaella estaba asustada pero no quería dejar que su perrito viera su miedo. - Vamos a buscar juntos una forma de salir -dijo ella tratando de sonreír. Finalmente encontraron una ventana rota por donde pudieron escapar.

Pero al salir se dieron cuenta de que estaban aún más perdidos en un laberinto oscuro lleno de espejos distorsionados. - ¿Cómo vamos a encontrar la salida? -preguntó Rafaella angustiada-. Esto parece un laberinto interminable... - ¡No te preocupes, Rafaella! -dijo Dibu animándola-.

Yo siempre sé cómo encontrar el camino de regreso a casa. Y así fue. Gracias al olfato y la intuición de Dibu, lograron salir del laberinto y volver al bosque donde habían comenzado su aventura.

- ¡Gracias por ser mi héroe, Dibu! -exclamó Rafaella abrazando a su perrito-. Nunca me hubiera atrevido a entrar en esa casa sin ti. Desde ese día, Rafaella aprendió que no tenía que tener miedo de pedir ayuda cuando se encontrara en una situación peligrosa.

Y también descubrió que los verdaderos héroes no necesitan capas ni superpoderes. A veces son nuestros amigos más fieles y leales como nuestro querido amigo canino, Dibu.

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