La Casa del Mal



Era una tarde soleada en el pequeño pueblo de Valle Alegre, un lugar donde todos se conocían y las risas de los niños resonaban en las calles. Sin embargo, al final del camino, había una casa que todos temían: una antigua construcción de ladrillos agrietados y ventanas polvorientas, conocida como 'La Casa del Mal'. Se decía que nadie se atrevía a acercarse, ya que estaba llena de sombras y ruidos extraños.

Un día, dos amigos muy valientes: Sofía y Tomás, decidieron que era hora de enfrentar sus miedos.

"Si nadie se atreve a entrar, ¡tenemos que hacerlo nosotros!" - dijo Sofía con determinación.

"¡Sí! Tal vez al final descubramos que no es tan horrible como dicen" - respondió Tomás, entusiasmado.

Con linternas en mano, se dirigieron hacia la casa. Al cruzar la puerta chirriante, se encontraron con un pasillo oscuro y frío.

"¿Oís eso?" - preguntó Tomás, percatándose de un susurro lejano.

"Sí, parece... ¿una historia?" - contestó Sofía, intrigada.

A medida que avanzaban, llegaron a un salón donde las paredes estaban decoradas con cuadros antiguos. Uno de ellos parecía moverse. Al acercarse, una figura emergió del cuadro: era un viejo pintor que había estado atrapado allí por años.

"¡Por fin! Alguien ha llegado a liberarme. Me llamo Don Ramón, y fui encerrado en esta casa por un encantamiento." - dijo con voz temblorosa.

"¿Un encantamiento? ¿Cómo podemos ayudarte?" - preguntó Sofía, sorprendida.

"Necesito que pinten un mural con los colores de la alegría, cariño y amistad. Solo así podré salir y la casa se convertirá en un lugar lleno de luz y felicidad" - explicó el pintor.

Sofía y Tomás se miraron emocionados.

"Podemos hacerlo" - dijo Tomás.

"Sí, ¡será un gran mural!" - asentó Sofía.

Los niños se pusieron a buscar pintura en la casa. En el proceso, encontraron viejos objetos, juguetes olvidados y fotografías de momentos felices. Cada descubrimiento hacía crecer su creatividad y alegría.

"Mirá este tren de juguete, no puedo creer que alguien lo haya dejado aquí" - exclamó Tomás.

"Y esta guitarra, ¡podemos tocarla mientras pintamos!" - añadió Sofía, sonriendo.

Ambos comenzaron a pintar el mural en la pared más grande del salón, usando los colores vibrantes que habían encontrado. Mientras pintaban, la casa comenzó a transformarse. Las sombras se desvanecían y la luz del sol entraba por las ventanas, llenando el espacio de energía positiva.

"¡Mirá! El cuadro de Don Ramón ya está sonriendo" - dijo Tomás, señalando al viejo pintor que ahora parecía estar más vivo.

"Sí, creo que cada trazo de nuestro mural le da más fuerza" - contestó Sofía.

Finalmente, después de horas de trabajo, el mural estuvo terminado. Era una explosión de colores y alegría, representando momentos felices de todos los niños del pueblo.

"¡Lo hemos logrado!" - gritó Sofía feliz.

"¡Sí! ¡Ahora puedes salir, Don Ramón!" - agregó Tomás, emocionado.

Don Ramón sonrió y, al tocar el mural, comenzó a brillar. Un destello de luz iluminó la casa y, en un instante, el viejo pintor fue liberado de su prisión.

"Gracias, queridos amigos. Ustedes han devuelto la luz a este lugar. Ahora, esta casa será un refugio de alegría para todos" - dijo Don Ramón, emocionado.

La casa, que antes era temida, se convirtió en un jardín de risas y creatividad. Ahora, todos los niños del pueblo venían a jugar, pintar y contar historias. Sofía y Tomás se hicieron amigos de Don Ramón, quien les enseñó a crear arte y a no tener miedo de enfrentar lo desconocido.

"No importa cuán oscura parezca una situación, siempre hay luz esperando ser descubierta" - les decía él, recordándoles que con valentía y creatividad se pueden transformar las cosas más temidas en espacios de alegría.

Y así, la Casa del Mal pasó a ser La Casa de los Sueños, un lugar donde la imaginación y la amistad nunca faltaban. Y Sofía y Tomás aprendieron que a veces, la valentía no radica en no tener miedo, sino en enfrentarlo y llenarlo de color.

FIN.

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