La Casa del Monstruo Amistoso



Era un día soleado y los cinco amigos aventureros, Santy Lamas, Santy Codesido, Martina, Nacho y Martino, decidieron explorar un lugar que nadie había visitado antes: una misteriosa casa abandonada en el bosque.

"¡Miren esa casa! Se ve antigua y misteriosa", dijo Nacho con emoción.

"Puede que haya tesoros escondidos", añadió Santy Lamas, frotándose las manos.

"O tal vez fantasmas", bromeó Martina, aunque un poco asustada.

"Vamos, no hay nada que temer. Somos valientes", dijo Martino con determinación.

"¡Claro! Si no nos atreveríamos, no seríamos los mejores aventureros", agregó Santy Codesido.

Decididos a descubrir los secretos de la casa, entraron con cuidado. Al principio, todo estaba en silencio y se sentían aventureros como nunca. Pero al explorar cada rincón, encontraron muchas telarañas y muebles cubiertos de polvo.

"¡Qué curioso! Todo está tan viejo", exclamó Martina.

"Es como un viaje al pasado", respondió Santy Lamas mientras observaba un viejo retrato en la pared.

De repente, escucharon un ruido fuerte que provenía del piso de arriba.

"¿Qué fue eso?", preguntó Nacho, un poco preocupado.

"No lo sé, pero deberíamos investigar", respondió Martino, con valentía.

"Tal vez haya un tesoro ahí arriba", aventuró Santy Codesido.

Con los corazones latiendo a mil por hora, subieron la escalera crujiente. Al llegar al cuarto, se encontraron con un monstruo gigante y aterrador, cubierto de escamas verdes y ojos amarillos brillantes.

"¡Ayuda!", gritó Nacho.

"No corras, ¡no se ve tan malo!", dijo Santy Lamas rápidamente.

"¿Qué haces aquí?", preguntó el monstruo con un voz profunda y retumbante.

"Me llamo Grum y estoy solo desde hace años. Nadie se atreve a entrar", explicó el monstruo.

Los amigos se miraron confundidos. El monstruo, lejos de ser aterrador, parecía más triste que feroz.

"No sabemos que estás solo, Grum. Queríamos explorar, pero no sabemos cómo ayudarte", dijo Martina amablemente.

"¿Ayudarme? Nadie ha querido ayudarme antes. Solo quería tener amigos", confesó Grum, bajando su enorme cabeza.

Los amigos sintieron mucha empatía por Grum.

"Podemos ser tus amigos", propuso Martino, acercándose.

"Sí, podemos visitarte y jugar contigo", dijo Santy Codesido.

"Nos gustaría que compartas tus historias de la casa con nosotros", añadió Nacho.

A medida que hablaban, la expresión de Grum fue cambiando.

"¿De verdad lo harían?", preguntó el monstruo, sus ojos brillando con esperanza.

"¡Por supuesto! Tu casa es muy especial y queremos conocerla. Además, siempre soñamos con un monstruo amigo", afirmó Martina con una sonrisa.

Grum, cada vez más emocionado, les mostró sus juguetes antiguos y les contó historias de su vida en la casa. Los amigos se dieron cuenta de que el monstruo no era nada aterrador, sino un ser amistoso que solo quería compañía.

Con el tiempo, los cinco aventureros y Grum se hicieron grandes amigos. Esa casa abandonada se convirtió en su lugar especial, donde se divertían juntos y compartían muchas risas.

"No tengo miedo de ser diferente", dijo Grum un día.

"¡Y eso es genial! Ser diferente es lo que nos hace únicos!", contestó Santy Lamas.

Desde entonces, Grum no volvió a sentirse solo, y los amigos aprendieron que a veces, lo que parece aterrador en realidad puede ser un hermoso tesoro escondido.

"Siempre será mejor冒險ar juntos", concluyó Santy Codesido, y todos asintieron felizmente.

Así, los cinco amigos y su monstruo vivieron muchas aventuras, recordando siempre que la amistad puede encontrarse en los lugares más inesperados.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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