La casa del viejo misterioso



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de frondosos bosques, una casa abandonada que todos decían estaba embrujada.

La casa se encontraba justo en el corazón del bosque y su aspecto desgastado y oscuro daba miedo a quienquiera que la viera. Un grupo de amigos llamados Martín, Sofía y Tomás siempre escuchaban las historias sobre esa casa embrujada.

Todos decían que un anciano terrorífico vivía allí y protegía su hogar con trampas espeluznantes para ahuyentar a los intrusos. Una noche decidieron aventurarse y descubrir si todas esas historias eran ciertas. Con linternas en mano y mucha valentía en sus corazones, se adentraron en el bosque hasta llegar a la escalofriante casa.

Al acercarse, notaron una puerta entreabierta. Martín temeroso dijo: "¿Estamos seguros de querer hacer esto? Podríamos meternos en problemas". Sofía respondió con determinación: "No te preocupes, Martín. Solo queremos desafiar nuestros miedos y demostrar que no hay nada que temer".

Tomás añadió: "Además, todos saben que las casas embrujadas solo existen en las películas". Con mucho cuidado entraron a la casa oscura. De repente, oyeron un ruido proveniente del piso de arriba. - ¿Escucharon eso? - preguntó Martín nervioso.

- Sí, pero no podemos retroceder ahora - respondió Sofía-. Vamos a investigar. Subieron lentamente las escaleras hasta llegar a un cuarto lleno de polvo y telarañas. En ese momento, una figura sombría apareció frente a ellos.

- ¡Intrusos! - dijo el anciano terrorífico con voz grave-. ¿Qué hacen en mi casa? Los amigos se quedaron sin palabras y temblorosos, pero Sofía, siempre la más valiente del grupo, decidió hablar. - Lo siento mucho por entrar sin permiso.

Solo queríamos ver si los rumores sobre esta casa eran ciertos. El anciano los miró fijamente durante unos segundos y luego soltó una carcajada sorprendente. - ¡Ja ja ja! No puedo creer que hayan caído en esas historias absurdas.

Mi nombre es Don Ernesto y no soy terrorífico en absoluto. Solo me gusta mantener alejados a los curiosos para tener un poco de paz y tranquilidad.

Martín suspiró aliviado: "¡Menos mal que no eres un fantasma!"Don Ernesto sonrió amablemente y les contó su historia. Resulta que había vivido en esa casa desde hace muchos años, pero se había convertido en un ermitaño después de perder a su esposa hace tiempo atrás.

La soledad lo llevó a crear las trampas para asustar a la gente y evitar que se acercaran. Los amigos escucharon atentamente mientras Don Ernesto compartía sus experiencias de vida.

Comenzaron a darse cuenta de que juzgar por las apariencias podía llevarlos por caminos equivocados. A medida que pasaban más tiempo con Don Ernesto, descubrieron su bondad genuina y su amor por la naturaleza.

Juntos exploraron el bosque, aprendieron sobre las plantas y los animales, y ayudaron a Don Ernesto a limpiar su casa. Poco a poco, la casa embrujada se convirtió en un hogar lleno de alegría y amistad.

Los amigos visitaban a Don Ernesto regularmente para jugar juegos de mesa, contar historias y aprender lecciones importantes sobre el respeto hacia los demás. Con el tiempo, los habitantes del pueblo dejaron de temerle a la casa embrujada. En cambio, comenzaron a verla como un lugar donde se podían hacer nuevos amigos y aprender cosas emocionantes.

La historia de Martín, Sofía y Tomás enseñó al pueblo que no debemos juzgar por las apariencias o creer en rumores infundados. A veces, detrás de una fachada terrorífica se esconde un corazón lleno de bondad y sabiduría.

Y así fue como una noche en una casa embrujada en un bosque de noche anciano terrorífico se convirtió en una historia inspiradora llena de amistad y aventuras inolvidables.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!