La Casa Embrujada



Thiago y Marcelo eran dos chicos del barrio que disfrutaban mucho de jugar al tenis en el parque cercano. Cada tarde, después de la escuela, esperaban ansiosos la hora de salir para correr hacia el parque con su pelota.

Una tarde soleada, mientras caminaban hacia el parque, Marcelo dijo entusiasmado:

"Hoy vamos a hacer los mejores saques de nuestra vida, ¿estás listo, Thiago?"

"¡Listo como nunca! Pero antes, quiero pasar por la casa de Doña Rosa, me dijo que tenía una sorpresa para nosotros."

"¿La casa embrujada? No sé… siempre dicen que está llena de cosas raras…"

"No pasa nada, solo vamos a ver qué tiene para nosotros. ¡Vamos!"

Los dos amigos se acercaron a la famosa casa. Era un lugar que se había mantenido cerrado durante años y lleno de rumores sobre misterios y fantasmas.

Al llegar, la puerta crujió cuando la empujaron, revelando un gran vestíbulo polvoriento.

"¡Mirá!" -exclamó Thiago, señalando unos cuadros antiguos en la pared.

"Son de la familia que vivía aquí, cuenta la leyenda que son todos espíritus que protegen la casa."

"Vamos a ver qué más encontramos, pero con cuidado."

Sin dudarlo, los chicos se adentraron más en la casa, explorando habitaciones llenas de artefactos de otras épocas. Unes de los objetos les llamó la atención: un viejo baúl.

"¿Y si abrimos esto?" -preguntó Marcelo.

"Puede ser peligroso, pero…"

"¡Dale, es una aventura!"

Decidieron abrir el baúl. Dentro encontraron ropas viejas y un extraño sombrero. Al ponerse el sombrero, Marcelo empezó a reírse sin parar.

"¿Qué te pasa?" -preguntó Thiago.

"No sé, ¡me siento raro!"

"¡Tal vez te embrujó!"

Los chicos no podían parar de reír, pero también se sintieron un poco nerviosos.

"Quizás mejor salgamos de aquí y vayamos al parque a jugar al tenis…" -sugirió Thiago.

"Tenés razón, eso suena mucho mejor."

Sin embargo, justo cuando estaban por salir, oyeron un ruido extraño que provenía del sótano.

"¿Qué fue eso?" -preguntó Thiago asustado.

"No lo sé, pero tenemos que averiguarlo."

Con valentía, se acercaron y encontraron una puerta entreabierta. La curiosidad pudo más y decidieron entrar. Al bajar las escaleras, se encontraron con un pequeño cuarto lleno de juguetes, pero no cualquier juguete: ¡los juguetes cobraban vida!"¿Esto es un sueño?" -preguntó Marcelo mirando a su alrededor.

"No, ¡son muñecos!"

"¡Hola, chicos!" -les dijo un muñeco de madera.

"No se asusten, solo estamos esperando a que alguien nos juegue. Ya nadie nos toca desde hace años."

Thiago y Marcelo no podían creer lo que sucedía.

"¿Pueden jugar con nosotros?" -preguntó Thiago con entusiasmo.

"¡Claro! Pero primero deben ayudarnos a mantener la casa viva, si nadie viene ya no podremos movernos más."

"¿Cómo?"

"Solo necesitan jugar y traer amigos. Si la casa está llena de risas, nosotros seguiremos vivos."

Los chicos pensaron que era una idea maravillosa.

"¡Nosotros hacemos más amigos, y venimos a jugar!" -prometió Marcelo.

"Sí, y podemos hacer un torneo de tenis en el parque cada sábado, así todos vienen a jugar y se divierten con los juguetes. ¡Es una gran idea!"

Y así fue como Thiago y Marcelo se hicieron amigos de los juguetes de la casa embrujada. Desde ese día organizaron torneos en el parque, e invitaban a todos sus compañeros. Las risas y el alboroto llenaron la casa, y los juguetes nunca más se sintieron solos.

Los chicos aprendieron que con la amistad y la diversión, se puede llenar de vida cualquier lugar, y que los miedos son menores cuando se comparte.

Cada sábado, la casa embrujada se llenaba de vida y risas, y los chicos nunca dejaron de jugar al tenis, convirtiendo cada partido no solo en una competencia, sino en una gran aventura donde todos eran bienvenidos.

FIN.

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