La Casa Encantada de la Selva



En un rincón escondido de Chubut, rodeada de árboles altos y frondosos, había una casa misteriosa que todos llamaban "la casa embrujada". Los niños del pueblo contaban historias de que dentro de ella vivían monos traviesos y murciélagos mágicos.

Un día, un valiente grupo de amigos, conformado por Lucas, Sofía y Pablo, decidieron aventurarse hacia la casa. "Vamos a descubrir si realmente está embrujada", propuso Lucas con curiosidad.

"No sé, chicos. Dicen que hay murciélagos enormes que salen de la cueva detrás de la casa", respondió Sofía un poco asustada.

"¡Vamos! Puede que sea solo un cuento". Pablo animó a sus amigos con su mirada desbordante de emoción.

Los tres se adentraron en la selva, escuchando los sonidos del viento y el canto de los pájaros. Cuando llegaron a la casa, su fachada estaba cubierta de enredaderas. "Mirad qué interesante se ve", dijo Lucas mientras exploraba los alrededores.

Al acercarse, escucharon un ruido en la cima de la casa. "¿Qué fue eso?" preguntó Sofía, con la piel de gallina. De repente, un grupo de monos apareció, gritando y saltando de un lado a otro.

"¡Mira! Son monos!" exclamó Pablo. Los monos parecían jugar, pero uno de ellos se quedó quieto y los miró fijamente. Entonces, algo inesperado ocurrió: el mono comenzó a hablar.

"Hola chicos, no tengan miedo, soy Nicolás, el guardián de esta casa. No está embrujada, solo está llena de magia y aventuras," anunció el mono con una sonrisa.

"¿Magia? ¿Qué tipo de magia?" preguntó Lucas asombrado.

"Aquí en la casa, los murciélagos son amigos de los que tienen un corazón valiente. Vengan, les mostraré," dijo Nicolás mientras saltaba alegremente hacia la puerta de la casa.

Los amigos decidieron seguirlo, intrigados. Al entrar, la casa estaba llena de colores brillantes y luces parpadeantes. Los murciélagos volaban en círculos, y uno se acercó a ellos con un saludo especial.

"¡Bienvenidos! Soy Bruno, el murciélago viajero. Cada vez que alguien curioso entra en la casa, nos aseguramos de compartir nuestras historias", dijo el murciélago.

"¿Qué tipo de historias?" preguntó Sofía emocionada.

"Historias de todo el mundo. Les mostraremos lugares increíbles y criaturas asombrosas", explicó Bruno. Todos estaban entusiasmados y decidieron sentarse en un círculo para escuchar.

Mientras Bruno contaba historias sobre selvas lejanas y océanos profundos, Pablo comenzó a unirse a la narración. "¡Imaginen las maravillas que hay más allá de nuestro pueblo!" dijo con una gran sonrisa. Sofía, inspirada, dijo: "Quiero viajar y contar historias también."

De pronto, una sombra cubrió la habitación, y una señora anciana apareció. "Muchachos, los he estado observando. Esta casa no está embrujada, sino que es un refugio para aquellos que buscan aprender y compartir. Necesitan encontrar en sus corazones la valentía de explorar y cuidar el mundo que les rodea", les dijo con voz suave.

"Así es, necesitamos cuidar nuestra tierra y aprender de ella", agregó Nicolás. Los amigos se miraron entre sí, comprendiendo el mensaje.

"Prometemos cuidar la selva y aportar nuestro granito de arena", exclamó Lucas determinadamente. Los otros asintieron, haciendo un pacto entre ellos.

"Antes de irse, deben hacer un viaje con nosotros", dijo Bruno. "Les mostraré la belleza de la selva y cómo preservarla."

Desde aquel día, los tres amigos comenzaron una increíble aventura por la selva de Chubut, aprendiendo sobre el ecosistema y cómo protegerlo, haciendo nuevos amigos entre los animales y las plantas. Nunca olvidaron lo que había aprendido en la casa: todos tenemos magia dentro de nosotros, y con un poco de valentía, podemos hacer del mundo un lugar mejor. Y siempre recordarán que la verdadera magia está en cuidar nuestro hogar y las maravillas que nos rodean.

FIN.

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