La Casa Encantada de los Dulces


Había una vez dos hermanos, Juancito y Rosita, que decidieron aventurarse por el bosque en busca de aventuras. Caminaban entre los árboles cantando y riendo, cuando de repente se encontraron con una casa muy peculiar.

Era una casa hecha completamente de golosinas: las paredes eran de chocolate, el techo de malvaviscos y las ventanas de caramelo. - ¡Wow! ¡Mira esa casa, Rosita! -exclamó Juancito emocionado.

- ¡Es increíble! Nunca vi algo así antes -respondió Rosita con los ojos brillantes. Los dos hermanos se acercaron lentamente a la casa, cautelosos pero fascinados por la deliciosa apariencia que tenía. Al llegar a la puerta, notaron un cartel que decía: "Bienvenidos, esta es la Casa de las Golosinas".

- ¿Qué hacemos ahora? -preguntó Rosita mirando a su hermano. - Creo que deberíamos tocar la puerta e investigar un poco más -sugirió Juancito con valentía.

Así que Juancito tocó la puerta y rápidamente fue abierta por un simpático anciano con delantal blanco lleno de harina. - Buenos días chicos, bienvenidos a mi humilde morada. Soy el Sr. Dulceiro y esta es mi Casa de las Golosinas -dijo el anciano sonriendo amablemente.

Los niños quedaron encantados con la amabilidad del Sr. Dulceiro y entraron a la casa sin dudarlo. Una vez adentro, descubrieron que todo estaba hecho de golosinas: mesas de caramelos, sillas de galletas y hasta lámparas de piruletas. El Sr.

Dulceiro les ofreció probar todas las golosinas que quisieran mientras les contaba historias mágicas sobre dulces y postres deliciosos. Los niños reían y disfrutaban cada momento en aquella casa tan especial.

Sin embargo, cuando comenzaba a caer la noche, el ambiente en la Casa de las Golosinas cambió repentinamente. El Sr. Dulceiro les advirtió a los niños:- Chicos, ha llegado el momento de irse; esta casa tiene un encanto especial que solo dura hasta el ocaso del sol.

Juancito y Rosita se despidieron del amable anciano con nostalgia pero comprendiendo que debían regresar a su hogar antes de que fuera demasiado tarde.

Salieron corriendo justo a tiempo para ver cómo la Casa de las Golosinas desaparecía ante sus ojos al mismo tiempo que caía el sol en el horizonte. De regreso en su hogar, los dos hermanitos reflexionaron sobre lo ocurrido en aquel día tan mágico e inolvidable. - ¿Sabes qué aprendí hoy? -dijo Rosita mirando a su hermano-.

A veces lo más maravilloso puede ser fugaz; hay momentos especiales que debemos disfrutar al máximo mientras están presentes.

Juancito asintió con sabiduría y agregó:- Y también aprendimos que nunca se debe juzgar algo por su apariencia; detrás incluso del dulce más tentador puede haber secretos sorprendentes esperando ser descubiertos.

Y así terminó esta mágica aventura en el bosque para Juancito y Rosita, dos hermanitos cuya curiosidad los llevó a vivir una experiencia única llena no solo de golosinas sino también valiosas lecciones para toda la vida.

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