La Casa Encantada de Lucía



Había una vez una niña llamada Lucía, que era conocida en su barrio por su sonrisa brillante y su risa contagiosa. Ella amaba explorar nuevos lugares y crear aventuras a donde quiera que fuera. Un día, mientras paseaba, se topó con una antigua casa que había estado cerrada por mucho tiempo. La casa tenía un aspecto un poco raro, con enredaderas que cubrían las ventanas y un jardín lleno de flores que parecían bailar con el viento.

"¡Guau! ¡Qué casa más extraña!" - exclamó Lucía con ojos deslumbrantes.

Decidida a descubrir más, Lucía acercó su mano a la puerta de madera. Se oyó un chirrido que resonó en el aire, como si la casa la estuviera invitando a entrar.

Adentro, la luz se filtraba débilmente a través de las ventanas cubiertas de polvo. Lucía se aventuró en la casa, y sorprendentemente, notó que no estaba sola. Un pequeño duende de ojos brillantes apareció frente a ella.

"¡Hola! Yo soy Tico, el guardián de esta casa. ¡No te asustes! No estoy aquí para hacerte daño. La casa ha estado en silencio muchos años, pero se siente... diferente contigo aquí." - dijo el duende, sonriendo.

Lucía se sintió aliviada y emocionada al mismo tiempo.

"Me encanta este lugar. Es mágico. ¿Por qué está tan callado?" - preguntó.

"La casa ha estado triste porque ha sido olvidada. Algunos la llaman embrujada, pero en realidad solo necesita un poco de alegría para volver a vivir" - explicó Tico, mirando por las ventanas llenas de telarañas.

Lucía pensó por un momento. Ella sabía que podía ayudar.

"¡Vamos a hacer una fiesta! Invitemos a todos los niños del barrio. La casa se llenará de risas y juegos" - propuso con entusiasmo.

Tico se iluminó.

"¡Es una idea genial! Vamos a preparar todo. Pero tengo que advertirte, algunos espíritus traviesos podrían aparecer y tratar de asustarte. No les tengas miedo, solo quieren jugar."

Lucía sonrió, convencida de que su felicidad podría llenar de luz la casa. Juntos, comenzaron a decorar la casa. Colgaron globos y cintas, y cada rincón se llenó de color. Lucía nunca dejó de reír, incluso mientras Tico y ella suprimían pequeñas travesuras de los espíritus.

El día de la fiesta, todos los niños del barrio llegaron. Al principio, la casa sonó extraña, y algunos se asustaron por los ruidos que hacían los fantasmas.

"¿Qué fue eso?" - preguntó uno de los niños, mirando alrededor con miedo.

Pero Lucía, con una sonrisa cálida, dijo:

"No se preocupen, es solo el sonido de amigos que quieren jugar. ¡Vengan!"

Y así, la música empezó a sonar, el aire se llenó de risas y juegos, y los fantasmas empezaron a unirse. Con cada risa que resonaba, la casa parecía cobrar vida. Las telarañas se despejaron, la luz brilló con fuerza, y las habitaciones se llenaron de color.

"¡Esto es estupendo!" - gritó Tico, danzando con alegría entre los niños.

En la medianoche, la casa ya no parecía la misma; se había convertido en un lugar de alegría y risas.

"Gracias, Lucía. Has traído luz a este lugar tan olvidado" - dijo Tico lleno de gratitud.

"No solo yo, fue gracias a todos! Cada sonrisa, cada risa, hizo que la casa renaciera. La risa es el mejor hechizo" - respondió Lucía, feliz.

Desde ese día, la casa no volvió a estar vacía. Siempre había niños jugando y riendo, y los espíritus traviesos se convirtieron en amigos que nunca más se sintieron solos. Lucía aprendió que al compartir su felicidad, podía transformar lo que parecía aterrador en algo maravilloso. Y cada vez que miraba la casa llena de vida, sonreía sabiendo que el amor y la alegría son el mejor tipo de magia.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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