La Casa Encantada de Manizales



Era una tarde lluviosa en Manizales, cuando Somos y su amiga Marta decidieron explorar la misteriosa casa que había estado vacía durante más de un siglo. La gente del vecindario hablaba de ruidos extraños y luces que parpadeaban en las noches. "No te asustes, Marta. Solo es una casa vieja"-, dijo Somos mientras empujaba la puerta chirriante que se abría lentamente. El olor a humedad y polvo les dio la bienvenida.

Adentrándose, vieron retratos en las paredes que parecían seguirlos con la mirada.

"¡Qué tétrico!"-, exclamó Marta. "No hay nada que temer. Solo son pinturas"-, respondió Somos tratando de sonar valiente. Pero en su interior, corazón palpitante, también sentía un poco de miedo.

De repente, se escuchó un estruendo proveniente del piso de arriba.

"¿Qué fue eso?"-, preguntó Marta, con voz temblorosa. "Quizás solo un gato o... ¡un fantasma!"-, bromeó Somos, intentando aliviar la tensión. Pero Marta no estaba convencida. "Vamos a investigar. Tal vez sea un tesoro escondido"-, dijo, con su curiosidad ganando terreno sobre el miedo.

Subieron las escaleras crujientes una tras otra, el sonido resonando en el silencio. Al llegar al segundo piso, un brillo provenía de una habitación al final del pasillo. "¿Lo viste?"-, murmuró Marta, casi sin aliento. "Sí, vamos a averiguar"-, repitió Somos con un guiño de determinación.

La puerta de la habitación estaba entreabierta. Se asomaron y vieron un antiguo cofre de madera cubierto de polvo. "¡Mirá!"-, gritó Marta. Al abrirlo, encontraron objetos curiosos que parecían de otro tiempo: un sombrero antiguo, un reloj de bolsillo y un montón de cartas amarillentas.

"¡Esto es increíble!"-, dijo Somos, levantando el sombrero. "¿Quién habrá vivido aquí?"- se preguntó Marta, completamente intrigada. Decidieron revisar las cartas, y, a medida que leían, descubrieron historias sobre la vida de una niña llamada Sofía, que había vivido en esa casa.

"Mirá esto, Somos"-, dijo Marta mientras señalaba una carta en la que se hablaba de una amistad increíble entre Sofía y su mascota, un pequeño perro llamado Toby. "A veces, Sofía se sentía sola y triste, pero siempre encontraba la forma de hacer amigos. Era valiente y llena de imaginación"-, explicó Marta, cada vez más entusiasmada.

"Eso me hace pensar que todos podemos ser un poco como ella. Valientes y creativos"-, sonrió Somos. "¿Y si hacemos algo especial para Sofía?"-. Marta asintió con la cabeza, "Podemos dejarle nuestras propias cartas aquí, contándole sobre nosotros, nuestra amistad, y nuestras aventuras"-

Con entusiasmo, comenzaron a escribir sus cartas y a dibujar. Escribieron sobre sus sueños, sus miedos y lo que más les gustaba hacer juntos. Cuando terminaron, decidieron dejar las cartas en el cofre como un regalo para Sofía.

"Así, nunca estará sola"-, comentó Marta, con una sonrisa.

Mientras cerraban el cofre, una brisa suave recorrió la habitación, y un susurro pareció decirles —"gracias" . "¿Lo escuchaste?"-, preguntó Somos, sus ojos brillando. "Sí, creo que hemos hecho un nuevo amigo"-, sonrió Marta, sintiendo un cálido cosquilleo en su corazón.

Bajaron las escaleras, dejando atrás la casa, pero llevándose un recuerdo y una lección importante: a veces, en los lugares más aterradores, podemos encontrar la amistad, la valentía y la magia de las historias compartidas. Desde aquel día, decidieron volver a la casa cada vez que podían, seguir descubriendo los secretos de Sofía, y así, construir su propia historia llena de aventuras y risas.

Y así, la casa embrujada de Manizales dejó de ser un lugar de miedo, y se transformó en un refugio de imaginación, donde dos amigos siempre encontrarían su valentía y creatividad.

FIN.

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