La casa mágica de los ratones
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una casa embrujada y llena de terror. Todos los habitantes del lugar temían acercarse a ella, pues se decía que estaba habitada por fantasmas y espíritus malignos.
Un día, llegó a aquel pueblo una familia nueva llamada los Rodríguez. Estaban conformados por papá Juan, mamá Laura y sus dos hijos: Marcos y Sofía. Al enterarse de la existencia de la casa embrujada, decidieron ir a investigarla.
Al llegar frente a la misteriosa vivienda, los Rodríguez sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos. La casa era vieja y descuidada, con ventanas rotas y puertas chirriantes. Sin embargo, eso no detuvo su curiosidad.
Empujaron la puerta principal con cautela y entraron al interior oscuro y polvoriento. De repente, escucharon ruidos extraños provenientes del sótano. Con valentía decidieron bajar las escaleras para ver qué pasaba.
Cuando llegaron al sótano, encontraron una sorpresa inesperada: un grupo de ratones asustados corrían en todas direcciones. Parecía que ellos eran los causantes de los ruidos espeluznantes que habían escuchado antes.
Marcos tuvo una idea brillante para ayudar a esos pobres roedores: construirles un refugio seguro en el jardín trasero de su propia casa. Así podrían vivir sin miedo ni peligro. "¡Papá! ¡Mamá! ¿Podemos construirle una casita a estos ratoncitos en nuestro jardín?", exclamó Marcos emocionado.
Sus padres aceptaron la propuesta y juntos comenzaron a construir una pequeña casa de madera con varios compartimentos. La llenaron de comida y agua para que los ratones se sintieran cómodos y seguros. A medida que pasaban los días, la familia Rodríguez se acostumbró a convivir con los ratones en su jardín.
Descubrieron que eran criaturas muy inteligentes y amigables. Incluso, Sofía les puso nombres como Tito, Lila, Pelusa y Colita.
Un día, mientras disfrutaban del sol en el jardín, un vecino llamado Don Carlos se acercó sorprendido al ver la nueva casita para ratones. "¡Qué idea más maravillosa han tenido! Los ratones son seres vivos que merecen respeto y cuidado", dijo Don Carlos admirado.
Don Carlos era profesor de biología en la escuela local y decidió organizar una charla educativa sobre la importancia de cuidar a todos los seres vivos, incluso aquellos considerados —"indeseables" como los ratones. La charla fue todo un éxito.
Los niños del pueblo aprendieron sobre el valor de cada ser vivo en el ecosistema y cómo pueden coexistir pacíficamente con ellos sin hacerles daño ni temerles. Desde ese momento, las personas del pueblo dejaron atrás sus miedos infundados hacia la casa embrujada.
Comenzaron a comprender que no había fantasmas ni espíritus malignos allí, solo roedores buscando un lugar seguro para vivir. La familia Rodríguez se convirtió en un ejemplo de bondad y respeto hacia todos los seres vivos.
La casa embrujada dejó de ser un lugar tenebroso para convertirse en un refugio lleno de amor y amistad. Y así, gracias a la valentía y compasión de una familia, el pueblo aprendió que no hay que juzgar por las apariencias y que incluso en los lugares más oscuros puede haber luz y esperanza. .
FIN.