La casa mágica de Villa Alegre



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, una escuela de educación inicial donde los niños eran realmente hermosos. Sus risas llenaban el aire y sus ojitos curiosos brillaban con emoción.

En ese lugar mágico, vivían aventuras increíbles todos los días. En esta historia conoceremos a Lucas, un niño de cinco años muy inquieto y creativo. Siempre estaba lleno de ideas y le encantaba compartir sus ocurrencias con sus amigos.

Un día, mientras jugaban en el patio de la escuela, Lucas tuvo una idea brillante. "¡Chicos! ¡Tengo una idea genial!", exclamó Lucas emocionado. Sus amigos se acercaron corriendo para escuchar lo que tenía para decir. "¿Qué pasa, Lucas? Cuéntanos", dijo Valentina.

Lucas les explicó su plan: quería construir una casa en el árbol junto a la escuela para tener un lugar secreto donde pudieran jugar y soñar juntos. Todos asintieron emocionados y comenzaron a buscar materiales para construir su casa en el árbol.

Con palos, hojas y ramas formaron las paredes y tejieron telarañas como cortinas. Fue un trabajo arduo pero divertido que los mantuvo ocupados durante varios días. Finalmente, la casa en el árbol estuvo lista y era simplemente maravillosa.

Tenía escaleras hechas de troncos tallados a mano por ellos mismos y ventanas que permitían ver todo el paisaje del pueblo desde lo alto.

Una tarde soleada, cuando terminaron su merienda en la sala de juegos al aire libre de la escuela, Lucas tuvo otra idea. "¿Qué tal si invitamos a los abuelos de cada uno para que vengan a la casa en el árbol y compartan sus historias con nosotros?", propuso Lucas.

Los demás niños se entusiasmaron de inmediato con la idea. Cada uno fue corriendo a casa para pedirle a sus abuelos que se unieran a la aventura al día siguiente. Al día siguiente, los abuelos llegaron emocionados y llenos de historias por contar.

Se sentaron en círculo dentro de la casa en el árbol mientras los niños escuchaban atentamente cada palabra que salía de sus labios arrugados pero llenos de sabiduría.

"Yo recuerdo cuando era niño y jugaba con canicas", dijo el abuelo de Martín, mientras mostraba una bolsa llena de canicas antiguas. "Y yo solía trepar árboles más altos que este", agregó la abuela de Valentina señalando hacia afuera.

Una tras otra, las historias fueron llenando el aire y transportando a los niños a tiempos pasados llenos de risas y aventuras. Los ojitos curiosos no paraban de brillar mientras aprendían sobre el pasado del pueblo y cómo había cambiado con el tiempo.

Así pasaron muchas tardes mágicas en la casa en el árbol. Los niños aprendieron sobre respeto, amistad y valorar las experiencias vividas por generaciones anteriores. Además, descubrieron que todos pueden dejar su huella en el mundo sin importar su edad o tamaño.

Conforme pasaba el tiempo, Villa Alegre se convirtió en un lugar aún más hermoso gracias a la energía y creatividad de los niños. La casa en el árbol se convirtió en el corazón del pueblo, donde todos podían compartir sus historias y sueños.

Y así, Lucas y sus amigos demostraron que no importa cuán pequeños sean, siempre pueden hacer grandes cosas cuando trabajan juntos y siguen sus sueños.

FIN.

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