La casa mágica en el árbol



Había una vez una niña llamada Arellys, que vivía con sus dos hermanos en un pequeño pueblo. Arellys era una niña muy especial, siempre se levantaba temprano los sábados y domingos para disfrutar del día al máximo.

Pero había algo que molestaba a Arellys: su hermano mayor, Tomás. Cada vez que ella se levantaba temprano, él la molestaba sin cesar.

Le escondía sus juguetes favoritos, le hacía cosquillas hasta hacerla reír a carcajadas y le gastaba bromas pesadas. Arellys se sentía triste y frustrada por las actitudes de Tomás. No entendía por qué su propio hermano mayor no podía ser amable con ella como lo era su otro hermano, Lucas.

Lucas era el menor de los tres hermanos y siempre estaba dispuesto a proteger y defender a Arellys de las travesuras de Tomás. Siempre decía: "No te preocupes, Arellys, yo estaré aquí para cuidarte".

Un día, mientras Arellys estaba en el jardín regando las flores junto a Lucas, él le propuso algo emocionante: "Arellys, ¿qué te parece si construimos una casa en el árbol? Así podrás tener tu propio espacio donde nadie pueda molestarte".

Arellys sonrió emocionada ante la idea y juntos comenzaron a construir la casa en el árbol. Pasaron días enteros trabajando duro para convertirlo en un lugar mágico donde Arellys pudiera jugar y soñar sin interrupciones. Cuando finalmente terminaron la casa en el árbol, Arellys se sentía feliz y orgullosa.

Pero lo más importante era que ahora tenía un lugar donde podía escapar de las molestias de Tomás. Un sábado por la mañana, Arellys se levantó temprano como siempre e invitó a Lucas a jugar en la casa del árbol.

Pasaron horas jugando y riendo sin preocuparse por las travesuras de Tomás. De repente, mientras estaban jugando, escucharon una voz llamándolos desde abajo.

Era Tomás, quien había notado que Arellys ya no estaba molesta con sus travesuras y quería unirse a ellos. Arellys dudaba si dejar entrar a Tomás o no. Pero Lucas le recordó: "A veces, las personas pueden cambiar si les damos una oportunidad".

Con esas palabras en mente, Arellys decidió darle una oportunidad a su hermano mayor. Tomás subió al árbol con mucho cuidado y pidió disculpas sinceramente a Arellys por todas las molestias que le había causado.

Dijo que había comprendido lo importante que era para ella tener su propio espacio y prometió respetarlo. Desde ese día en adelante, los tres hermanos pasaron muchos momentos felices juntos en la casa del árbol. Aprendieron a respetarse mutuamente y valorar el espacio personal de cada uno.

La historia de Arellys nos enseña que todos merecemos ser tratados con amabilidad y respeto. También nos muestra cómo el perdón puede abrir puertas hacia relaciones más fuertes y significativas entre los hermanos.

Y así fue como Arellys descubrió que incluso cuando las cosas parecen difíciles, siempre hay una forma de encontrar la paz y la armonía en el hogar.

FIN.

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