La Casa Misteriosa



Había una vez, en un tranquilo pueblo llamado Valle Verde, una casa vieja y polvorienta que se alzaba en la colina más alta. Todos los niños del pueblo la llamaban 'La Casa Misteriosa'. Decían que estaba habitada por un fantasma amable que solo aparecía en noches de luna llena. Pero nadie sabía si esto era cierto o solo un invento de los más grandes.

Un día, cuatro amigos inseparables, Sofía, Lucas, Valentina y Tomás, decidieron que era hora de resolver el misterio.

"¿Te imaginas si realmente hay un fantasma ahí adentro?" - dijo Valentina con los ojos brillantes de emoción.

"Vamos a comprobarlo. Si no lo hacemos, siempre vamos a quedarnos con la duda" - propuso Sofía, que siempre había sido la más valiente del grupo.

Así, una noche de luna llena, armados con linternas y una mochila llena de bocadillos, se dirigieron hacia la casa. Al llegar, la puerta chirrió cuando la empujaron y entraron con cautela. Un aire fresco y un poco helado les recibió. Las sombras se proyectaban en las paredes, creando figuras extrañas.

"Esto me da un poco de miedo..." - murmuró Lucas, mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad.

"No te preocupes, estamos juntos, será una gran aventura" - lo animó Tomás.

Mientras exploraban, encontraron un viejo piano cubierto de polvo en una esquina. Sofía se acercó y tocó una tecla. Un sonido melodioso resonó, sorprendiendo a todos.

"¡Wow! Eso suena increíble, Sofía!" - exclamó Valentina.

"Deberíamos tocar una canción juntos" - sugirió Tomás.

Los cuatro se dispusieron a crear una melodía, y mientras lo hacían, sintieron que algo mágico sucedía. La casa comenzó a iluminarse con luces suaves que danzaban al ritmo de la música. De repente, frente a ellos apareció un pequeño espectro brillante, que parecía estar disfrutando de la melodía.

"¡Hola, amigos!" - dijo el fantasma con una voz suave.

"¡Un fantasma real!" - gritó Lucas, pero en vez de correr, se quedó paralizado de asombro.

"No se asusten, soy Doña Melodía, el fantasma de la música. He estado esperando que alguien me encuentre y me ayude a recordar los viejos tiempos. La música es mi hogar" - dijo el fantasma amablemente.

"¿Qué necesitas de nosotros?" - preguntó Sofía, aún maravillada.

"Solo quiero que me enseñen a tocar música nuevamente, y puedo ayudarles a descubrir todos los secretos de esta casa" - respondió Doña Melodía.

Los cuatro amigos se miraron entusiasmados.

"¡Sí, queremos ayudarte!" - respondedieron a coro.

Pasaron horas tocando música con Doña Melodía, quien les enseñó canciones antiguas y cómo las notas pueden contar historias sin palabras. A medida que tocaban, la casa fue transformándose, mostrando colores vibrantes y decoraciones que había olvidado con el tiempo.

"¡Es increíble!" - gritó Valentina emocionada.

"Nunca imaginé que esto sería tan divertido" - agregó Lucas mientras intentaba seguir el ritmo.

Sin embargo, mientras más música tocaban, más hermanos de Doña Melodía comenzaron a aparecer, reunidos por el sonido hermoso. Algunos eran guitarristas, otros tocaban el violonchelo, y todos tenían una chispa de alegría en sus ojos.

"Esto es espectacular, tenemos una verdadera banda de fantasmas" - rió Tomás.

Pero en medio de la fiesta musical, Doña Melodía notó que una de las ventanas estaba llena de telarañas.

"Oh, no he visto el mundo exterior en tanto tiempo. Tengo miedo de salir..." - dijo, con una voz que temblaba un poco.

La valiente Sofía se adelantó,

"No te preocupes, ¡podemos hacer un puente de música hasta el exterior!"

"¿De verdad?" - preguntó el fantasma, esperanzada.

"¡Sí! Todos tocamos juntos y bailamos como nunca antes, así haremos que las telarañas desaparezcan".

Y así lo hicieron. Con cada nota, las telarañas se desvanecían, el sol de la mañana empezaba a monetar la casa y, por fin, las puertas se abrieron. Doña Melodía, llena de coraje, decidió dar un paso hacia el exterior, sintiendo el viento fresco por primera vez.

"¡Lo logré! ¡Gracias, amigos! Gracias por ayudarme a romper el hechizo de mi miedo!" - gritó con alegría.

Los amigos aplaudieron y se sintieron felices de haber vivido una experiencia única.

"Ahora podemos volver cada vez que queramos, y tú siempre estarás aquí, en nuestra música" - dijo Valentina, con una gran sonrisa.

"Y jamás olvidemos el poder de la amistad y la música" - agregó Tomás.

Así fue como La Casa Misteriosa dejó de ser solo un lugar temido y se convirtió en un hogar de música y amistad. Los amigos prometieron visitarla siempre, y la casa nunca volvió a estar sola. Y Doña Melodía, con su corazón lleno de alegría, les agradeció eternamente.

De esa manera, aprendieron que los miedos se superan juntos, y que a veces, lo que parece misterioso puede transformarse en algo mágico y maravilloso.

FIN.

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