La Casa Móvil de Auto
Era un día soleado en el barrio de Villa Jardín, donde vivía un pequeño auto llamado Auto. Auto no era un auto común y corriente, ¡era una casa sobre ruedas! Desde que salió de la fábrica, había soñado con recorrer el mundo y brindar un hogar a quien lo necesitara.
Un día, mientras descansaba en su parque, Auto vio a un grupo de niños jugando en el campo.
"¡Hola, niños! ¿Quieren venir a conocer mi casa?" - gritó emocionado.
Los niños, intrigados por el auto que hablaba, corrieron hacia él.
"¿Tu casa es un auto?" - preguntó Sofía, la más curiosa del grupo.
"Así es, Sofía. Soy Auto y mi casa es móvil. ¡Puedo llevarlos a donde quieran!" - respondió con una sonrisa.
Los niños no podían creerlo y decidieron subir a bordo. Auto se puso en marcha y comenzó a recorrer el barrio.
"¡Uhuu! ¡Esto es genial!" - exclamó Lucas, sacando la cabeza por la ventanilla.
"¡Vamos a la montaña!" - gritó Valentina, saliendo con una bandera de colores que había encontrado en el coche.
"¡Buena idea!" - dijo Auto "Aquí vamos."
Auto subió por la colina y, al llegar a la cima, comenzó a llover. Los niños estaban preocupados.
"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Lucas con voz temblorosa.
"No se preocupen, tengo un techo despejable que nos protegerá de la lluvia." - dijo Auto, mientras abría su techo y generaba un espacio acogedor dentro.
Los niños se acomodaron dentro de Auto, riendo y disfrutando de la vista mientras la lluvia caía hacia afuera.
"¡Eres un gran amigo, Auto!" - exclamó Sofía.
Pasó un buen rato y la lluvia paró. Cuando el cielo se despejó, los niños salieron de la casa móvil.
"¡Miren eso! ¡Un arcoíris!" - exclamó Valentina.
"¡Vamos a seguirlo! Tal vez encontremos un tesoro!" - dijo Lucas, emocionado.
Decidido a ayudar, Auto condujo hacia el arcoíris, que parecía terminar en un viejo árbol con un gran hueco en su tronco. Al acercarse, los niños notaron que había algo brillante dentro.
"¿Qué será eso?" - preguntó Sofía, con asombro.
"¡Vamos a averiguarlo!" - sugirió Lucas, mientras se acercaban juntos al árbol.
Al asomarse, vieron que era un cofre pintado de colores. Auto dijo:
"Vamos a abrirlo, tal vez haya un tesoro."
Con mucha emoción, los niños abrieron el cofre y dentro encontraron...
"¡Semillas!" - gritó Valentina, desilusionándose un poco.
"Pero no son semillas cualquiera. Son semillas mágicas que pueden crecer en cualquier lugar y dar hermosas flores." - dijo Auto.
"¡Eso suena genial!" - respondió Lucas. "¿Podemos plantarlas?"
"¡Por supuesto! Eso haría que el mundo sea más bonito" - dijo Auto motivado.
Los niños se pusieron manos a la obra, plantando las semillas alrededor del árbol. Con cada semilla que plantaban, Auto les enseñaba sobre la importancia de cuidar la naturaleza y la alegría de compartir.
"Cada flor que crezca será un recordatorio de esta aventura y de nuestra amistad" - dijo Auto.
Cuando terminaron, se sentaron bajo el árbol, sintiéndose felices por lo que habían hecho.
"Nunca pensé que un auto podría ser una casa y un amigo al mismo tiempo" - comentó Sofía.
"Y yo nunca pensé que encontraríamos algo tan especial" - agregó Lucas.
Con el tiempo y mucho cuidado, las flores brotaron en abundancia, llenando el campo de colores. Auto se convirtió en una leyenda en el vecindario, un auto-casa que enseñaba a los niños sobre el valor de la amistad y el cuidado del medio ambiente.
Y así, Auto siguió su camino para ayudar a otros y vivir nuevas aventuras, pero siempre regresaba a Villa Jardín porque era allí donde habían crecido sus mejores recuerdos.
"¡A donde quieran ir, ahí estaré!" - solía decir Auto, mientras los niños sonreían.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.